miércoles, 27 de abril de 2011

¿Discapacidad ideológica o terrorismo de estado? Por Cristian Claudio Casadey Jarai


Diversos periódicos del mundo han publicado algunos cables de Wikileaks en donde se revela el trato inhumano a ancianos con demencia senil y a adolescentes en la ya infame cárcel de Guantánamo. Bajo el manto de la política antiterrorista esgrimida por Washington se ha dado vía libre a una de las más espantosas violaciones a los derechos humanos, contradiciendo completamente el discurso político norteamericano, autoproclamado defensor de la libertad y la democracia. Esta "discapacidad ideológica", como la han definido varios intelectuales centroafricanos, se cura con altas dosis de verdad, honestidad y justicia. Poco tiene que ver con quienes padecen de alguna capacidad especial, pues nadie está más ciego que quien no quiere ver, y nadie más sordo como el que no desea oír. Estas noticias deberían llamar a la reflexión de toda la comunidad internacional, que parece mucho más preocupada en cubrir la boda de un príncipe, curiosamente en otro país que se dice de sí mismo democrático (pero en donde la aristocracia conserva todos su privilegios) que en el sufrimiento de inocentes, hoy más que nunca, "chivos expiatorios" de un sistema que busca desesperadamente evitar su caída.

Autor: Cristian Claudio Casadey Jarai

Literatura en Guinea Ecuatorial. Por Cristian Claudio Casadey Jarai

La historia de Guinea Ecuatorial es muy diferente a la de las demás colonias españolas de antaño. La peculiar geografía de este noble país africano, sumado a su propia idiosincrasia y cultura, hacen de su literatura un caso excepcional en el mundo hispánico. Lejos por momentos de América, y a la vez en cierta forma hermanada con el Nuevo Mundo, Guinea Ecuatorial es todavía una perla que merece ser descubierta por los estudiosos de otras latitudes.

En sus comienzos, la literatura guineoecuatoriana se caracterizaba por ser un conjunto de libros de crónicas, de viajes, al estilo de las crónicas americanas (recordar los escritos de Américo Vespucio, por ejemplo).

Durante el período colonial se desarrolló lo que luego se denominó literatura de consentimiento, en la cual de alguna manera “se sacraliza” la colonización española, se consiente la dominación por parte del hombre blanco (de ahí su nombre) y se consolida, de forma cultural, el poder español.

La literatura de consentimiento es un factor, entre otros, que contribuye a reafirmar la fortaleza del régimen colonial. Estos elementos siempre estuvieron presentes en la cultura de una u otro modo, en todas partes del mundo. El príncipe, de Maquiavelo, en Occidente, y en particular El arte de la guerra, de Shun Tzu, en Oriente, son obras que analizan en profundidad los juegos de poder. Este tipo de literatura es una apología del colonialismo, fortalece ese sistema y sirve, a la vez, de propaganda política.

Es de destacar que la literatura de disidencia comienza, según Albert Camus, en los tiempos modernos. La novela surge al mismo tiempo que el espíritu de rebeldía.

En la novela hispanoafricana, en referencia a Guinea, la exuberancia de su naturaleza es su tema central y sus personajes principales suelen ser blancos, casi siempre idealizados. El nativo suele ser retratado desde una óptica negativa y paternalista. Desde las letras se intenta justificar la empresa colonial, es decir, “la civilización y la cristianización de los pueblos primitivos”. Hay que resaltar que son obras dirigidas al lector de la metrópoli, no al colono y mucho menos al aborigen.

Guinea Ecuatorial fue declarada independiente el 12 de octubre de 1968, fecha simbólica por sobre todo para España. Luego de este hecho se vivió, en palabras de Donato Ndongo Bidyogo, “la opresión del negro por el negro”. Hay que mencionar que a menudo, desde el exilio, no queda otro medio de resistencia moral que el de las letras, el de la denuncia, ya sea bajo el vestido de la poesía, de la música, o bien de cualquier otra manifestación artística y/ o intelectual. Los gobiernos, conscientes de ello, buscan de todas las maneras posibles censurar a los pensadores.

El Libro de las Esferas de la Amargura. Por Cristian Claudio Casadey Jarai

- En verdad, en verdad os digo, ¡Oh, Hijos del Olvido! que este momento deberá ser puesto en piedra para la memoria de las generaciones futuras.

Así habló el profeta. Su blanca y larga barba asentaba cada una de sus crueles afirmaciones. El destino había sido sellado malignamente.

En las altas tierras de Cjuril habitaban los Hijos del Olvido, una extraña raza que tenía la curiosa facultad de provocar el olvido de ciertos hechos penosos o negativos. Esta extraña forma de escapar a la realidad se había vuelto una especie de vicio para aquellas criaturas taciturnas, siempre preocupadas por las miradas ajenas y los comentarios impertinentes.

Un joven de la comunidad, Aadr, pequeño en aspecto físico pero gigante en espíritu, no quiso olvidar más. Cansado de no recordar su propio pasado, ideó un brillante plan para acabar con esa antigua tradición.

Las piedras eran el fiel testigo de los sucesos de Cjuril, por lo que estaban prohibidas, lo que trajo como consecuencia un arduo trabajo para los vigías, quienes fueron los encargados de hallar nuevas tierras para la tribu. Luego de varios meses de nomadismo, se establecieron en aquella zona alta y montañosa, libre de rocas. Sin embargo, las frecuentes lluvias provocaban muchos deslizamientos y otros problemas similares. Pero Frees, el líder, se encontraba satisfecho. No había rocas en donde escribir, por lo tanto no habría más recuerdos. Con eso la dicha eterna estaba asegurada; los problemas y las insatisfacciones quedarían guardados en el “olvido colectivo”, una gran olla de barro que servía para efectuar el ritual que borraba la memoria.

El diminuto Aadr sabía que era necesario destruir aquella vasija gigante, pues así se liberarían esos pensamientos reprimidos. La acción no era fácil de llevar. La olla estaba protegida dentro del Templo de los No Deseos, construcción magnífica de siete pisos; cada uno de ellos reposaba sobre una de las Esferas de la Amargura, lo que hacía parecer a la edificación, vista desde afuera, en un elemento arquitectónico realmente frágil, cosa que distaba mucho de la realidad, pues era prácticamente indestructible. Las cinco restantes estaban completamente escondidas, ocultas a la vista de los seres profanos. En cada uno de los niveles del Templo había trece guerreros y trece doncellas, las cuales oficiaban de sacerdotisas de Affazz, la diosa de los deseos insatisfechos, representada por una paloma con dos cabezas.

El interior del edificio era muy lujoso. Lo que más llamaba la atención era el material con que estaban hechas sus paredes, ya que eran de un cristal, que además de ser muy fino y colorido, era especial: Desde su interior podía observarse todo el pueblo, pero desde el exterior el Templo brillaba como si fuera una gema que cambiaba de color constantemente. La decoración de los niveles era por lo demás sencilla, algunas sillas y mesas, unas bibliotecas vacías y muchas fuentes de agua.

Cada esfera representaba un sentimiento de amargura diferente. Sin embargo, sólo se conocían detalladamente siete, los otros cinco eran un completo misterio. El líder Frees sabía cómo utilizar ese secreto en beneficio propio: Extorsionando a su propio pueblo. En sus patéticos discursos hablaba sobre la importancia de aquellos globos de cristal y sobre las calamidades que llegarían si se llegaran a descubrir el significado de los cinco desconocidos. La enigmática diosa Affazz despertaría de su letargo perene y soltaría su furia sobre Cjuril. La leyenda además expresaba que todos se convertirían en rocas, como una advertencia para cualquier futuro poblador de aquel pútrido territorio.

A pesar de su juventud Aadr no le temía ni al destino ni a las posibles consecuencias de sus actos. Su espíritu noble, atrapado en un cuerpo débil y enclenque, sabía cómo compensar sus naturales deficiencias. El ejercicio prolongado y el cultivo de sus dotes astrales mediante la meditación y la contemplación divina habían mejorado notablemente todo su ser, pues se es mucho más que carne y alma.

Los guerreros que protegían la vasija del “olvido colectivo” eran hombres fuertes y excepcionales, preparados para cualquier eventualidad. El coraje y la arrogancia eran sus características más notables, siendo al mismo tiempo sus más grandes debilidades.

La vida en Cjuril era por lo general bastante apacible. El clima era demasiado húmedo en esas altas tierras, los inviernos prolongados y los veranos sumamente calientes. Las chozas estaban construidas de madera y barro, pues a pesar de la abundancia de rocas en la región, las mismas estaban completamente prohibidas.

Las familias eran numerosas, la monogamia era la costumbre, a cada hombre se le reservaba una mujer desde su más tierna infancia. Los matrimonios eran arreglados entre las familias. La cantidad de niños era numerosa, pero las enfermedades y las constantes luchas contra las tribus de las tierras bajas hacían mermar rápidamente la cantidad, pues el rapto de infantes como botín de guerra era moneda común en aquellos difíciles tiempos.

Freez había estado al mando de Cjuril desde hacía muchas décadas, todo un record en ese entonces. De joven había alcanzado el poder total, gracias a su fortaleza como a sus políticas maquiavélicas. Hizo correr el mito de que era un elegido de la diosa Affazz para regir el destino de la humanidad. Las sacerdotisas y los guerreros lo apoyaban en todo. No tenía rival en la aldea. Su autoridad era total e incuestionable.

La Oscuridad. Por Cristian Claudio Casadey Jarai

I

Simplemente la maldad no tenía límites. La escena era en realidad aterradora…

La Señora de la Oscuridad se despertaba de su largo sueño ancestral. Una vil horda de seres repugnantes constituía su inmundo séquito. La humedad del tenebroso castillo era insoportable. Un altar putrefacto, rodeado de extrañas esculturas mayas era el escenario perfecto de la hermética reunión.

La edificación era bastante antigua. Su origen era incierto, más ligado a tradiciones mitológicas que a hechos históricos. Su posición geográfica hacía de ese gigante de piedra una fortaleza inexpugnable a sus enemigos. Leyendas de batallas teñidas de arrojo y valentía albergaban la esperanza de renacer entre sus muros. En contrapartida, conspiraciones y bajezas se cocinaban en su interior.

Los primeros minutos transcurrían en completo silencio. Luego, uno a uno, los embajadores de las tinieblas se fueron presentando:

- Juez del Primer Círculo del Averno – y la corrupta entidad se arrodillaba ante su Ama.

- Juez del Segundo Círculo del Averno mi Señora – y el personaje repetía los gestos del anterior.

- Juez del Tercer Círculo del Infierno mi Señora…

Y así con una hilera interminable en semicírculo que rodeaba a la infame protagonista de tan macabro espectáculo.

Los presentes tiraron las capas negras. Había llegado el momento del sacrificio. Una pobre virgen desnuda, atada de pies y manos en un extraño aparato de tortura con forma de cruz invertida, burla despiadada a los valores cristianos, era ofrecida a una banda de uniformados depravados. Poco tardó la mezcla de sangre y otros fluidos corporales en correr por la piel de la joven. Semejante cuadro indescriptible llama a la prudencia de quien relata estos terribles hechos…

Un brindis bizarro fue la coronación del estrambótico acto. Alzaron sus copas al son de marchas nazis. Pero no bebían licor… Sangre, bebida de buitres… Aquellos abogados del diablo sonreían satisfechos. El pacto estaba sellado. Sin embargo, la naturaleza de la traición impregnada en sus genes era mucho más poderosa que cualquier promesa o juramento…

II

El día había amanecido en su esplendor. El sol brillaba con fuerza. Las puertas de la universidad estaban abiertas a la espera de los nuevos estudiantes y profesores. La señora rectora esperaba ansiosa a los asistentes en el salón de actos.

Cuatro nuevos docentes se sumaban ese año a la labor universitaria:

- El profesor Ardic, enseñando Retórica. El tipo era viejo y calvo. Lucía un viejo traje gris desteñido por el paso de los años. Su camisa era el fiel reflejo de su alimentación: Diversos tipos de manchas correspondientes a toda clase de comidas y bebidas. En resumen: Desagradable.

- Impartiendo Semiótica: Gaylor Carp. Hombre afeminado. De formas amaneradas, el destello degenerado que lucían sus pupilas era evidente. Al igual que su colega, tampoco demostraba gran cariño por la higiene personal.

- Como profesor de Política Internacional, George Gnana. Barbudo y grandilocuente, llevaba una pésima imitación de un Longines de bolsillo todo oxidado. Parecía ser el peor de todos.

- Y por último, la profesora de Ética, Alicia Arkert. Mujer despiadada, usaba unos lentes oscuros para esconder sus rojas pupilas, efecto del abuso descontrolado de drogas duras.

La rectora continuó con su aburrido discurso. Comentaba sobre la historia de la institución. Esta había sido en un principio un establecimiento exclusivo para personas del sexo femenino. En los últimos años esa situación fue cambiando. Así, podían observarse en ese momento algunos estudiantes masculinos. Lo mismo sucedía en el plantel de educadores (si es que puede usarse ese término aplicado a una mafia de amorales).

En un rapto de inusual generosidad, la rectoría decidió organizar un baile de gala en honor a los recién llegados. Por lo que decidió que aquellos alumnos que recibieran las invitaciones serían la futura elite de la universidad. Además, los elegidos debían recibir un breve curso de etiqueta antes de la ceremonia de bienvenida.

III

Había caído nuevamente el manto oscuro de la noche. El campus era bastante grande. Una pequeña capilla casi abandonada era el punto de convergencia para el encuentro entre la Señora de la Oscuridad y sus sicarios, ahora profesores universitarios.

El viejo Volkswagen no llamaba la atención. Silenciosamente se estacionó en frente de la derruida construcción. Unos lacayos sombríos abrieron los portones. La Señora, ricamente ataviada con su capa de terciopelo azul, ingresó velozmente acompañada de su séquito. Bajaron las escaleras iluminadas por espesas antorchas. El olor a grasa era demasiado fuerte para los presentes. Toses y murmullos era lo único que podía captar el sentido auditivo. En cambio, sombras e imágenes difusas engañaban a la vista…

Los sirvientes volvieron a abrir unas puertas negras de hierro. Las bisagras chillaron de manera desagradable. La Señora ingresó primera al recinto.

Un extraño ídolo maya de piedra se encontraba en el centro de la cripta. A su lado, un ataúd con inscripciones indescifrables hasta para el más experto de los sabios. Un trono macizo sobre unos escalones en el fondo completaba la rudimentaria decoración de aquel subsuelo.

Los siervos se ubicaron con las antorchas en cada extremo del recipiente mortuorio. La luz agónica bañaba el rostro de la Señora, quien se acercaba lentamente, paso a paso. Detrás esperaban impacientes los “profesores”.

La Señora se quitó la capa. Su cuerpo moreno quedó completamente desnudo. Su ser, completamente afeitado, brillaba radiante en la oscuridad. Solo permanecía con las largas botas de cuero firmemente calcadas en sus piernas. Apoyó uno de sus pies sobre el féretro. Luego pronunció unas palabras inentendibles. Al final exclamó:

- ¡Oh. Padre! En breve despertarás de tu largo letargo al igual que lo hice yo. Pronto llegará el momento.

La Señora comenzó a realizar unos conjuros frenéticamente. Su mano derecha recorría el aire haciendo gestos histriónicos mientras la izquierda acariciaba el cajón.

- Padre, pronto despertarás. El poder del Más Allá reanimará tus sentidos ¡Siente Padre, siente!

El cuadro era dantesco. No… más bien grotesco, cuasi necrófilo e incestuoso. Cualquier alma con un poco de sensibilidad se habría sentido asqueada ante semejante exposición de muerte y lujuria.

Pero aquellos malvados individuos, que usurpaban el título de profesores, eran unos seres completamente desalmados, desprovistos de todo sentimiento humano. Eran bestias inmundas, cargadas de egoísmo y hedonismo insano.

La Señora llegaba al éxtasis…

IV

Las calles de la ciudad estaban desoladas esa mañana. Hacía poco que había levantado su poder el astro rey.

Marino estaba nervioso. Sus manos sudaban pesadamente. A pesar de no ser un día caluroso el joven transpiraba cuantiosamente. Los zapatos le apretaban demasiado los pies.

Apuró el paso. Sentía que lo observaban. Se daba vuelta pero no veía a nadie. La calle seguía desierta. Por dentro pensaba ¿Me estaré volviendo loco? ¿Estaré imaginando cosas? El ruido de una rama quebrada delató a sus perseguidores. Corrió y corrió hasta más no poder. Pero no era una persona veloz. En ese momento se lamentaba no haber practicado más deporte como se lo había recomendado el médico. El sobrepeso le estaba ganando la carrera. Uno de los enmascarados se lanzó sobre él. Ya inmovilizado en el suelo, esperó lo peor…

V

Las chicas acostumbraban entrenar temprano en el parque. Habían improvisado un buen equipo de vóley. Eran bastante talentosas.

Celina golpeó con demasiada fuerza la bola.

- Ve a buscarla Romy ¡Y no tardes! - ordenó la mayor.

Romina era joven y esbelta. No era muy aficionada al deporte, pero siempre le había gustado el vóley. Y no jugaba mal. Su técnica mejoraba día tras día. Hasta podría llegar a ser toda una profesional. Pero los estudios habían relegado esa posibilidad a un segundo plano. Tener un título universitario en aquella sociedad hipócrita era lo más importante. No interesaba si era buena o mala persona, si hacía trampas o no para conseguirlo. Era el título, y solamente el título universitario, convertido en una especie de bendición papal o de estatus nobiliario para pequeños burgueses.

Celina había enviado la pelota lejos con la fuerza de su impacto. Era una chica fuerte, ruda. Romy corrió en busca de la esfera. La vegetación era bastante espesa. Entre los arbustos vio un cuerpo inerte. Se acercó lentamente. La curiosidad podía más que el temor. Era Marino. Estaba muy golpeado e inconsciente. La muchacha trató de despertarlo. Luego de varios intentos Marino recobró el conocimiento.

- Romy…. Romina…

- ¿Pero cómo sabes mi nombre? – preguntó sorprendida la joven.

- Soy el mensajero… no temas…

- El golpe te debe de haber afectado ¿Cómo te llamas?

- Soy Marino…

Marino intentó tocar a la chica.

- ¡Pero qué haces asqueroso! ¡Qué te has creído, degenerado!

Un golpe propicio en la cabeza volvió a su estado anterior al joven. Celina, alarmada por los gritos, llegó hasta la escena…

VI

Celina se moría de risa. Las carcajadas resonaban en el aula sin alumnos.

- ¿Así que tu admirador te quiso violar? ¡Qué gracioso Romy!

- Te burlas, pues no te pasó a ti. Es fácil hablar desde afuera.

Entre más risas Celina se retiró ante la angustia de Romy. Nuevamente quedaba sola con Marino, quien dormitaba en una de las sillas.

- Vamos Marino, ¡Despierta ya!

- Mmm… si…

El muchacho lentamente iba librándose del mundo onírico que envolvía sus pensamientos.

- Romy, eres una de las elegidas…

- ¿Sigues con esa cosa todavía? ¿De qué demonios hablas?

- Tengo pruebas, llevas una marca debajo de tu vientre.

- ¿Y cómo sabes eso?

- Soy el mensajero.

Romina se puso nerviosa. Nadie sabía de su marca. Un extraño símbolo, similar a un tatuaje, decoraba la parte baja de su vientre. Nunca se lo había mostrado a nadie. Era una mujer recatada, guardaba su virginidad para el matrimonio. La conversación la había confundido. La situación la hacía sentir muy mal.

- Espera Marino ¡No te vayas!

- Es mejor que te deje sola por el momento. Luego comprenderás todo.

Marino salió lentamente del aula. Los mecanismos del destino se habían puesto en marcha…

VII

Romina se encontraba muy angustiada. No entendía nada de lo que estaba sucediendo ¿Qué era eso del mensajero y ser la elegida? ¿Y el símbolo raro que adornaba su vientre?

La confusión y la desconfianza eran malas consejeras. Debía de alguna manera averiguar un poco más sobre el asunto ¿Qué podía perder? Además su vida era harto rutinaria. Solo el vóley era algo diferente, algo que realmente la apasionaba. Cuando jugaba era otra persona, un ser pleno y vigoroso.

Decidió no pensar más en el asunto. Al fin y al cabo no tenía la mayor importancia. Podía continuar con su vida normalmente. Si se cruzaría con Marino, simplemente lo ignoraría. Era lo mejor que podía hacer.

Por otra parte olvidar no era tan simple. Marino le había llamado fuertemente la atención ¿Qué hacía ese muchacho inconsciente en el parque? ¿Por qué lo había ayudado? Y la peor interrogante de todas: ¿Cómo sabía de su marca?

VIII

Las actividades en la universidad se desarrollaban con absoluta normalidad. Todo parecía marchar bien y en orden. Sin embargo, tanta calma aparente ponía nerviosa a Celina.

Celina era por naturaleza una mujer confiada, fuerte y algo arrogante. Que ella estuviera ansiosa era de preocupar. Nada parecía alterarla, ni siquiera esos años oscuros de su infancia, cuando en plena guerra civil bombardeaban los morteros enemigos la ciudad. Ni la persecución posterior a su familia pudo doblegar su entereza ni su valor moral. Era una persona excepcional, sin mayores defectos a la vista.

Al principio, las clases de semiótica de Gaylor le parecían interesantes. Las obras de Ferdinand de Saussure y otros lingüistas llenaban sus horas vacías con algún que otro desafío intelectual. Símbolo y signo, comunicación verbal, entre otros aburridos temas, eran moneda común en esos debates.

Pero luego Celina empezó a notar algo raro. Gaylor Carp tenía un brillo extraño en sus ojos. Y no era un individuo limpio precisamente. Pero de igual manera lograba cautivar a sus alumnos, en especial a Romina. Ella lo miraba como hipnotizada durante las exposiciones interminables del afeminado. Era una situación poco común.

Poco a poco las demás jóvenes terminaban actuando igual a Romy. Esto le llamó poderosamente la atención a Celina.

IX

La Señora de la Oscuridad se impacientaba. Sus planes iban demasiado lentos para su gusto. Era el momento de jugar fuerte.

Gnana y Arkert serían los encargados de comenzar la Operación Aula Magna. Unirían sus poderes intelectuales para conquistar a los estudiantes a cualquier precio. La fuerza de choque sería Gaylor, que a pesar de su homosexualidad sabía cómo ganarse a la población femenina.

El grupo desconfiaba del viejo Ardic. El tipo era astuto. Siempre cambiaba de bando cuando le convenía. No tenía escrúpulos y no le interesaba nada más que su propio provecho. Era el egoísmo en persona.

El plan era simple. Los profesores debían apoderarse de la energía intelectual de los jóvenes, en especial las mujeres. Pero ello no era posible sin la ayuda voluntaria de los estudiantes. Era un proceso abstracto bastante complicado. Y hacían falta tres personas, aunque una cuarta que vigilase no estaba de más. Sin embargo la realidad era que nadie entendía nada, solo la Señora de la Oscuridad.

- Mis seguidores: Ha llegado nuestro momento. Mañana iniciaremos la Operación Aula Magna. Deberán citar a sus alumnos a dicho recinto a las cuatro de la tarde, hora en que los astros nos son propicios, pues Saturno entra en cuadratura con Marte, lo que equivale a una correcta alineación de planetas cuyo influjo en las féminas nos es favorable. Usted Gaylor, disertará sobre Peirce. Debe cansar a sus discípulos. Lo sabrá conseguir sin problemas con la semiótica. Eso cansa a cualquiera.

- Señora, Peirce es cosa seria, no debería tomar la semiótica tan a la ligera…

- ¡Qué semiótica ni semiología! ¡Son la misma cosa! ¡Una, versión americana y la otra, europea! No me venga con eso Gaylor – replicó enfurecida la Señora.

Dio unos puñetazos sobre la mesa de roble. El cuarto parecía mucho más lúgubre que de costumbre. Los golpes retumbaron con fuerza por todo el castillo. La fortaleza tembló con violencia. Parecía un terremoto.

Los falsos docentes se asustaron. Comprendieron de inmediato el poder de la Señora. Con ella no se podía andar a medias. La Señora era muy decidida, mano fuerte y voz rígida.

- Señora, sepa disculpar a Gaylor. Ha estado bajo mucha presión. Además ya sabe usted como es fanático de Peirce – imploró Ardic, haciendo gala de su viejas mañas.

- Bien mi fiel vasallo. Como eres tu quien lo pides, por esta vez no habrán castigos. Gaylor, aprende de Ardic, que sabe cómo actuar correctamente.

- Sí mi Señora.

Gaylor se arrodilló y besó las botas de charol oscuro de la Señora. Ella se sentía todopoderosa en su interior. Sabía que Gaylor no era más que una rata apestosa y miserable, pero el poder dominar a los hombres resultaba fascinante.

La reunión había terminado.

X

Marino esperaba tranquilamente sentado a un costado de la acera. El sol abrazaba con cariño su blanca piel. Su delgadez parecía exacerbada esa mañana.

- Esta tarde los planetas estarán alineados correctamente – suspiraba el muchacho.

Habían pasado varias horas hasta que por fin salió Romy de clases. Casi era mediodía.

- Romy, necesito hablar contigo por favor.

- No te conozco, déjame en paz – replicó la joven.

- Espera por favor Romy, y te explicaré todo – suplicaba Marino.

- Bueno, está bien. Pero quiero oír solamente la verdad. No estoy para engaños – refunfuñaba con desgano la joven.

Marino comenzó su melancólica historia. Le pidió disculpas por su atrevimiento y le contó su pasado tormentoso, la muerte de sus padres y la profecía que le habían contado de pequeño sus progenitores adoptivos. Él llevaba una marca idéntica a la de Romina, un extraño símbolo tatuado también en su vientre.

- Mira Romina, ambos llevamos este extraño símbolo en nuestros vientres. Cuando era pequeño no le di importancia, pero luego del trágico accidente que se llevó la vida de mis padres las cosas comenzaron a cambiar. Fue en unas vacaciones a la playa. Esa mañana era demasiado calurosa. El coche hervía por dentro. Mi padre manejaba el automóvil, era un vehículo nuevo, lo estábamos estrenando esa jornada. Mi madre estaba muy feliz, pues hacía ya algún tiempo que no salíamos de paseo. Todo parecía inaugurar unos días de esparcimiento excelentes. Sin embargo, en el momento menos pensado, un conductor alcoholizado embistió de frente nuestro reluciente carro. El golpe fue terrible… Sólo recuerdo pocas imágenes… La verdad es que ni sé cómo sobreviví… Lo que siguió fue un verdadero suplicio, orfanatos y familias adoptivas se sucedían como congeladas en el tiempo. Sentía que vivía en una pesadilla sin fin.

- La vida a veces es muy cruel, no sabía nada de eso, lamento mucho lo ocurrido – sollozó emocionada Romina.

Y así continúo su historia Marino. Le habló de su infancia, de sus más íntimos recuerdos, de su adolescencia un poco descarriada y de cómo había conseguido el puesto de ayudante de la profesora Alicia Arkert. Romina no lo podía creer.

- ¿En verdad has hecho eso?- Exclamó Romina con sus ojos grises bien abiertos.

- Sí Romy, necesitaba ese puesto, de otra manera no sabría cómo conseguir la información adecuada e impedir que las huestes del Averno conquisten nuestra universidad, y ¿quién sabe?, a lo mejor luego la tierra.

La muchacha se quedó en silencio, pensativa. Luego de meditar durante unos minutos, en los que el silencio parecía eterno, afirmó:

- Cuenta con todo mi apoyo Marino, te respaldaré en esta difícil misión. No podemos permanecer tranquilos mientras observamos la decadencia de nuestra sociedad.

- Gracias amiga mía.

Los jóvenes se alejaron lentamente del lugar camino al campus. La noche había cubierto con su velo el final del día.

XI

La Señora de la Oscuridad se sentía complacida consigo misma esa mañana. Sus sirvientes se mostraban mucho más dóciles que de costumbre. Se sirvió afanosamente el desayuno acostumbrado: Tostadas con caviar y una copa de vino blanco. Ella era una gourmet por sobre todo. El gusto por el buen vivir era parte de su filosofía, aunque le costara el alma y una vida servil hacia las fuerzas del mal. Se mostraba como una líder decidida, aunque en realidad ella misma era una simple herramienta de seres superiores, infames e impiadosos, pero con mucho más poder que ella.

Se alistó rápidamente, no podía perder mucho tiempo. En pocas horas comenzaría la Operación Aula Magna.

XII

Gaylor Carp se sentía cansado esa mañana. La presión esta vez estaba por completo depositada en sus afeminados hombros. La ansiedad y el nerviosismo corrían impacientes por sus putrefactas venas. Había pasado la noche en vela preparando su disertación sobre Peirce. Sabía que debía tener éxito, pues de lo contrario las consecuencias serían ciertamente funestas en su contra. Su vida corría peligro.

Cogió su taza de café nuevamente, a pesar de que ya se encontraba asqueado de beber aquel brebaje oscuro y frío. Pero necesitaba despejarse, le hacía falta un poco de cafeína en su maltrecho cuerpo. Recordaba a sus estudiantes jóvenes y fornidos, y con eso recuperaba sus fuerzas. Sus pensamientos amanerados eran su verdadera vitamina. Guardó meticulosamente sus escritos. Acomodó su corbata floreada y se puso su sombrero oscuro. Ya estaba listo para dar su cátedra a sus incautos seguidores.

XIII

El Aula Magna “Benno von Archimboldi”, en honor al ilustre y enigmático escritor alemán, estaba repleta de estudiantes, ansiosos de participar en la Clase Magistral que Gaylor tenía preparada para esta ocasión.

Romina estaba sentada a la par de Marino, Celina se encontraba delante de ellos. Los jóvenes estaban preparados para actuar en cualquier momento, Celina ignoraba la situación y los planes de Romina y Marino. Tampoco sospecha de Gaylor ni del resto del plantel docente, al igual que el resto del alumnado, quienes ignoraban por completo la gesta heroica que se iba a desarrollar en las próximas jornadas.

Gaylor comenzó apasionadamente su semiótica disertación:

- Tengan todos unos muy buenos días. Como ya saben, el tema que nos atañe hoy es el de la obra de Peirce, fundador del pragmatismo y padre de la semiótica moderna. Ya saben que para este gran intelectual es importante insistir en las consecuencias como forma de caracterizar la verdad pues el debate demuestra que las ideas son provisionales y se encuentran sujetas al cambio gracias a los aportes que brindarán las investigaciones del futuro…

Y así siguió la palabrería vacía de Gaylor. A los pocos minutos se sucedieron los bostezos disimulados entre los asistentes. El cansancio y el hartazgo se apoderaban de todos. Aprovechando la situación, Gaylor sacó subrepticiamente de uno de sus bolsillos del raído saco un pequeño frasco con un extraño líquido de color azul eléctrico. Destapó lentamente la tapa de cristal y el aroma poco a poco fue impregnando la enorme sala. Sus efectos no tardaron en llegar, los estudiantes se fueron durmiendo uno a uno, cayendo en un pesado sueño. Marino se percató del pérfido plan, pero no pudo reaccionar a tiempo. El soporífero olor ya había penetrado sus débiles defensas. Todos cayeron en un sueño pesado y profundo…

XIV

Marino, Romy y Celina despertaron con un terrible dolor de cabeza. Quisieron mover sus brazos y piernas, pero curiosamente se encontraban totalmente inmovilizados. La oscuridad era total. De pronto una luz mortecina se iba acercando lentamente.

- Mmmm, así que mis queridos discípulos están despertando… que grata compañía… - murmuraba entre dientes la ronca voz de Gaylor.

- Bien hecho, rata repugnante – expresó satisfecha la Señora de la Oscuridad.

Los jóvenes secuestrados por fin recobraron el sentido de la vista. Se encontraban amarrados a unas extrañas cruces invertidas, en un sótano sucio y sumamente húmedo. Las sombras jugaban malas pasadas a la mente, parecían espectros que realizaban macabras danzas entre las telarañas olvidadas en los recovecos de aquellos aposentos de la maldad.

Celina comenzó a llorar desconsoladamente. Sus lágrimas caían de manera pesada sobre el frío piso, provocando unos ecos profundos que solo sumaban más pesadumbre en aquella incómoda situación.

- Malditos bastardos… las pagarán… - respondía con sus pocas fuerzas Marino.

Romina prefería no decir nada. Su corazón latía a toda prisa mientras el sudor, ya completamente frío, recorría pulgada a pulgada sus arrugadas sienes.

-¿Dónde están los demás? – inquirió con odio Marino.

- No te preocupes por el resto de tus compañeros Marino, je, je, je. Ellos están bien. En media hora despertarán y no recordarán nada de lo ocurrido, Gaylor volverá a su lugar y continuará hablando esas porquerías sobre semiótica, pseudo ciencia que tanto domina. Sólo nos interesan ustedes – respondía George Gnana, que traía unos grasientos chicharrones entre sus malolientes manos.

- ¡Basta de charlas! Es hora de llamar a los espíritus – cortó en seco la Señora de la Oscuridad.

Prendieron una hilera de trece velas negras. Gnana era el encargado de colocarlas en forma de cruz y de encerrarlas en un círculo de sal. Los chicos miraban preocupados cómo el asqueroso falso docente realizaba los preparativos para el tenebroso ritual.

- Ustedes son la llave para que mi Padre Infernal vuelva a reinar sobre la tierra – sentenció la Señora de la Oscuridad, mientras un escalofrío doloroso recorría la espina dorsal de todos los presentes.

El profesor Ardic llegó pesadamente cargando unas cadenas de plata tan grandes como si hubieran sido hechas para atrapar el tobillo de un cíclope, y tan largas como el cuello de una jirafa. Parecía increíble que semejante personaje pudiera cargar con tanto peso inhumano.

La profesora Alicia Arkert ingresó a la recámara subterránea completamente desnuda, para sorpresa de los tres estudiantes ahí secuestrados. Su cuerpo esbelto parecía deslizarse sobre el aire, reflejando la débil luz que emanaba de las velas. La mujer no mencionó palabra alguna, solo se limitó a colocarse detrás de los amarrados, a quienes de tanto en tanto les acariciaba con ternura sus cabellos.

Celina no aguantó mucho más. El terror pudo más y paralizó su puro corazón. Una luz morada se iluminaba en los vientres de los jóvenes. Las marcas de nacimiento que llevaban los tres se pusieron resplandecientes para asombro de la Señora de la Oscuridad y de sus secuaces.

-¡Quítenle las ropas! ¡Ahora mismo! ¡Los tatuajes ya cobraron vida!

Gnana arrancó con suma violencia las vestimentas de las víctimas. La luz de sus vientres se hizo cada vez más fuerte.

- ¡Señora, pronto! Comience el ritual antes de que sea demasiado tarde! – gritó Gaylor.

- ¡Cállate gusano miserable! ¡No me darás órdenes! – y le propinó un puñetazo en la nariz a Gaylor.

La sangre del homosexual salpicó a los tres alumnos. La luz se hizo más potente, cegando a todos los inmorales. Alicia, que estaba desnuda fue la más afectada. Su piel sufría quemaduras producto de aquella luz sobrenatural. Las cuerdas comenzaban a ceder. Los chicos cayeron libres al duro piso. El silencio y la oscuridad volvieron a cubrir todo el lugar. Se respiraba un aire denso, muy denso…

XV

Celina despertaba adolorida. No podía creer nada de lo que había sucedido. Se sentía desorientada.

-Ya Marino, cuéntale la verdad – increpó Romina al joven.

- Bien, escúchame detenidamente Celina ¿ves esas manchas de nacimiento que llevamos en el vientre, que parece tatuajes? Pues bien, son justamente tatuajes. Al nacer fuimos raptados por una cruel bruja, la Señora de la Oscuridad, la misma que nos secuestró. Estas marcas que llevamos en la piel fueron realizadas por nuestro padre, don Xavier da Costa. En realidad somos hermanos. Si juntamos nuestros vientres podrán observar que forman un mapa; es la guía para llegar a encontrar la Llave de los Signos, la que nos podrá librar una vez y siempre de la Señora de la Oscuridad – sentenció Marino.

- ¿Y quién es esa Señora de la Oscuridad? – preguntó Celina entre sollozos.

- Nuestra madre.

El silencio se hizo sepulcral. Las jóvenes sentían gran tristeza en sus corazones. Habían vivido una vida de engaños. La verdad puede llegar a ser demoledora.

- ¿Y cómo es que sabes todo esto? ¿Y qué fue aquel resplandor? – quisieron saber las jóvenes casi al unísono.

- Soy el mayor, nuestro padre me encontró hace algunos años, lamentablemente fue asesinado por la Señora de la Oscuridad…

Marinó comenzó a llorar, las chicas lo abrazaron y lentamente se retiraron del lugar.

La lucha recién había comenzado…

La poesía. Por Francisco E. Casadey

La poesía siempre ha sido una manera de transmitir sentimientos, afectos y estados de ánimo, de forma casual o muy elaborada. Hoy quedan arcaicas las preceptivas de antaño y las definiciones de poesía, pues el género ha traspado sus propios límites. Es por ello que nada está prohibido en el arte, más que el límite de la imaginación y talento del propio creador. Quien juega con palabras, juega también con el pensamiento, con la mente y con el corazón…

viernes, 22 de abril de 2011

Semiótica y patafísica. Por Cristian Claudio Casadey Jarai

Semiótica y patafísica

Cristian Claudio Casadey Jarai (2010)

No es fácil hablar de semiótica. Algo menos complicado a primera vista parecería la patafísica. Para el común de los mortales dichos términos puede sonar algo iniciáticos, y hasta esotéricos. Sin embargo nada más lejos de sus naturalezas. Sin desear ahondar en complejidades inútiles, sobre el origen de la semiótica Rodríguez (2003) expresa:

En el rico legado de la antigua filosofía griega, es posible encontrar tanto la teoría general de los signos como algunas de sus ramas más específicas, como lo son por ejemplo la gramática y la sintomatología. Sin embargo, los estudiosos de la semiótica actualmente reconocen a Charles S. Peirce como el fundador de esta disciplina. Un gran número de las ideas de Peirce se desarrollaron en la primera etapa de su reflexión filosófica –la década de 1860– donde Peirce se encontraba fuertemente influenciado por Kant; no obstante, Peirce siguió dedicándose incansablemente a lo largo de su vida a desplegar ese inmenso abanico de posibilidades para la ciencia que implica el estudio de los signos. Sin duda, como lo dice repetidas veces Joseph Ransdell, la semiótica constituye un 90 por ciento de la reflexión y producción literaria de Peirce (pp. 13-14).

Sierra (2000) menciona que la palabra semiótica fue empleada por primera vez en su sentido moderno por John Locke en su esquema general de las ciencias. Pero en realidad la semiótica adquirió su importancia actual con el pensamiento de Peirce. La autora define entonces a la semiótica como la ciencia que estudia las formas no semánticas de la comunicación, de las maneras de transmitir y recibir mensajes que no sean la palabra escrita o hablada. Por lo tanto sería de incumbencia de la semiótica los gestos, la entonación de la voz, entre otros ámbitos posibles.

Rodríguez (2003) explica:

Comprender el proyecto filosófico de Peirce resulta fundamental a la hora de aproximarse a la ciencia semiótica y sus alcances. La filosofía de Peirce es una filosofía puramente sistemática. El hilo conductor de la “mentalidad de sistema” de Peirce está dado por la interdependencia de nuestro sistema de conceptos y sistemas teóricos (las ciencias), de modo que todas ellas conforman una jerarquía perfecta (pp. 18-19).

Así, la semiótica para Peirce es un sistema en el cual existe la jerarquía y la interdependencia entre los diferentes conceptos estudiados.

Mir (s.f.) explica que es difícil dar una definición unánime de lo que es la semiótica. En la actualidad existen numerosas escuelas y tendencias en lo que respecta a esta disciplina:

Sin embargo, puede haber acuerdo acerca de "doctrina de los signos" o "teoría de los signos". Esta definición presenta el inconveniente de transferir al término "signo" la mayor parte de los interrogantes. Para algunos el signo es, en principio, un objeto construido; para otros, es, en principio, un objeto observable; otros sólo toman en cuenta sistemas de signos previamente establecidos, que pueden alcanzar desde sistemas de señalización concretos hasta los sistemas de significación implícitos en toda práctica social (ritos, mitos, costumbres) (Mir, s.f.).

Más allá de lo enunciado por los autores nombrados, es lógico afirmar que antes de que el término “semiótica” fuera manejado ya hubo investigaciones al respecto del tema de los signos.

Estos orígenes se confunden y se pierden en las penumbras de los tiempos con el de la propia filosofía. De esta manera no es de extrañar que el mítico Platón definiera el signo en sus diálogos sobre el lenguaje. En el diálogo de Sócrates con Cratilo, se filosofa sobre el origen de las palabras y, en especial, sobre la relación que consta entre ellas y las cosas que distinguen.

Mir (s.f.) agrega:

Los hombres primitivos se contentaban con un uso puramente instrumental de los signos, ligado a sus condiciones de subsistencia (lugar donde encontrar la caza, avisar de peligros inminentes, etc.), lo que no implicaba problemáticas específicas que resolver. Pero, a medida que la realidad social se va haciendo más compleja, el uso de los signos deviene más estricto: el signo debe reproducir de forma unívoca las realidades del mundo material con el fin de preservar la integridad y la identidad del grupo humano.

Los primeros pensadores que reflexionaron sobre los signos fueron Aristóteles y los estoicos, quienes buscan las relaciones entre la configuración de los términos en el silogismo y la configuración del orden real, así como los motivos de la transferencia de valores de verdad de una a otra.

La primera ampliación del campo de estudio se la debemos a Leibniz, quien con su Mathesis Universalis, extenderá las nuevas funciones matemáticas a nuevos campos significantes. Sin embargo, el proyecto quedará inconcluso al enfrentarse con los numerosos problemas de polisemia que requerirán el regreso al estudio específico de la lengua humana. Locke y los filósofos ilustrados (especialmente Condillac) fundamentarán la semiótica en la gramática.

Como puede observarse, la discusión semiótica lleva sus buenos años rondando las mentes de los pensadores.

Según Ruano (2002):

La semiótica es la ciencia general de los modos de producción, de funcionamiento y de recepción de los diferentes sistemas de signos que aseguran y permiten una comunicación entre individuos y/o colectividades de individuos: “Es corriente que la semiótica reciba una diversidad de definiciones: como ciencia de los signos, del comportamiento simbólico o de los sistemas de comunicación. En su propio campo ha habido grandes polémicas sobre la diferencia entre signos, símbolos y señales, y aun sobre la amplitud del término ‘comunicación’” (Lyons, 1990: 14). La teoría semiótica es una teoría de la significación, por lo que busca explicitar las condiciones de la aprehensión y de la producción del sentido.

Ruano va mucho más allá en su definición de semiótica que los primeros estudiosos en el tema. Al abarcar, además de los ya clásicos problemas acerca de los signos y símbolos, el autor puntualiza también sobre sus modos de producción, funcionamiento y recepción, y con ello, aproximándose de alguna manera, a la teoría saussereana y su perspectiva sincrónica como fundamento del análisis y estudio de una lengua, en su concepción como sistema de signos organizado en base a unas relaciones intrínsecas, cuyo sentido será el máximo propósito de investigación del lingüista. Puro estructuralismo en su vertiente original. Así, es la semiología (como la nombra Ferdinand de Saussure) la que se ocupará del estudio general de los signos, en especial los lingüísticos. Esto ha sido ampliamente desarrollado por diversas tendencias y escuelas. No se puede negar que el legado de Saussure desarrolló un creciente interés por el fenómeno literario desde diversas disciplinas (Alcántara, 2002, p. 19).

Hoy, la semiótica ha traspasado ampliamente su objeto de estudio. Ya no se conforma con el hecho lingüístico: Hay una semiótica de la imagen, una semiología de la música… todo puede ser explicado o al menos analizado desde un punto de vista semiótico. Esto también encierra sus peligros. Muchos intelectuales han hecho de esta una moderna “patafísica” al mejor estilo Ubú Rey.

Según el Colegio de Patafísica:

Un epifenómeno es lo que se agrega un fenómeno. La patafísica, cuya etimología debe escribirse epi (meta ta jusika), y su verdadera ortografía 'patafísica -precedida por un apóstrofe, con el fin de evitar un fácil retruécano- es la ciencia de lo que se sobreañade a la metafísica, sea en sí misma, sea fuera de ella, extendiéndose tan lejos de la metafísica como ésta se extiende más allá de la física. Ejemplo: al ser el epifenómeno frecuentemente un accidente, la 'Patafísica será la ciencia de lo particular, aunque se diga que no hay ciencia más que de lo general. Estudiará las leyes que rigen las excepciones; explicará aquel universo suplementario al nuestro, o menos ambiciosamente, describirá un universo que se puede ver, y que quizá se deba ver, en lugar del tradicional; dará cuenta de las leyes que se creyó descubrir en ese Universo como correlaciones a su vez de excepciones, aunque más frecuentes, en todos aquellos casos de hechos accidentales que, al reducirse a excepciones poco excepcionales, no tienen la atracción de la singularidad.

DEFINICIÓN: La patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias, que atribuye simbólicamente a los lineamentos las propiedades de los objetos descriptos por su virtualidad (p. 1).

Así, desde la pataflexia a la panintroatlanteología, la ciencia patasemiótica vive sus días de gloria. Todo lo explica, todo lo soluciona, todo “suena fino, culto”. Lo importante al final es el lenguaje sobrecargado de palabras vedadas al neófito, en una especie de neoesoterismo intelectual, propio de las clases académicas o de quien atesora un saber en especial, al estilo de la edad media, cofradías incluidas. Un recinto de clases puede ser el más cruel disparador semiótico de términos incomprensibles, pero muy apropiados para lucir en compañía de obligados asistentes.

Maxwell (1996, p. 9) menciona que una de las ventajas de utilizar una teoría de alto nivel es que ella puede ofrecer un marco para lo que observe el investigador tenga sentido, o bien pueda conectar datos que a simple vista pudieran parecer aislados o irrelevantes. Solución: Semiótica. Cualquiera sea la teoría, un “bocado semiótico” es una tentación difícil de superar. Una perspectiva de esa índole se abre campo sonoramente entre el mar de neuronas al momento de la redacción de un “trabajo académico”.

De esta manera, el monstruo científico que Jarry había creado con su patafísica, en tono sarcástico e irónico, se ha transformado, por obra y gracia de las universidades, en la degeneración de la semiótica.

Pero no todo está perdido. Tampoco es que el problema sea tan terrible. No es una guerra ni una catástrofe natural. Ni siquiera algo que haya salido mal. Es menester recordar la obra de Eco, donde patafísica y semiótica van de la mano. Una complementa en “cierto sentido” a la otra. Así, la patafísica, de una manera a veces sumamente irónica revela las relaciones semióticas que se esconden en los planos del mundo ordinario, cotidiano, como figuras invisibles pero presentes, reservadas sólo a la intuición, o al espíritu según una óptica religiosa. La patafísica le imputa a la vida la convulsión de insólitas relaciones lógicas desde circunstancias imaginarias. A pesar de ello, su utopía final no consiste en llevar una conexión con lo real sino trascender lo cotidiano por el hecho de comprender que lo imaginario es parte de la vida diaria.

Cultivar el poder de sembrar realidades inexplicables desde lo adecuadamente reconocido como normal o real, sin encarar a los ordenamientos de la razón se justifica en esencia como una semiótica primitiva o patasemiótica en su propósito de investigar una significación en realidad vacía. Nada más difícil que definir nada. La ausencia de significado por el significado mismo.

Referencias

Alcántara Mejía, J. R. (2002). La escondida senda: poética y hermenéutica en la obra castellana de fray Luis de León. España: Universidad de Salamanca.

Colegio de Patafísica citado en Artefacto (1999). Patafísica, la ciencia de las soluciones imaginarias. Documento recuperado el 13 de marzo de 2010 de: http://www.revista-artefacto.com.ar/pdf_notas/58.pdf

Maxwell, J. (1996). Qualitative research design. Interactive approach. London: Sage Publications.

Mir, F. (s.f.) Semiótica y comunicación. Documento recuperado el 10 de marzo de 2010 de: http://personal.telefonica.terra.es/web/mir/ferran/semiotica.htm

Rodríguez, D. M. (2003). La teoría de los signos de Charles Sanders Peirce: Semiótica filosófica. Tesis de licenciatura. Universidad Católica Argentina, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Filosofía.

Ruano Faxas, S. A. (2002). Comentarios acerca de la semiótica como fundamento para el curso de comunicación no verbal. Documento recuperado el 10 de marzo de 2010 de: http://knol.google.com/k/comentarios-acerca-de-la-semiótica-como-fundamento-para-el-curso-de#

Sierra, I. (2000). Semiología y significado. Documento recuperado el 10 de marzo de 2010 de: http://presencias.net/indpdm.html?http://presencias.net/educar/ht1040k.html