martes, 6 de enero de 2009

Poesía: Ventinueveavo Anuncio. Rodrigo Verdugo (Chile).

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VEINTINUEVEAVO ANUNCIO                   A mi prima Carolina Bruna Pizarro

                                                             “degollado de luz en su lecho de oro”                                                                

                                                                                           Julio Barrenechea

Especulaciones de luz y de sombra en los rincones

Como si fuese una cabeza abierta hasta la mitad

Donde ponen una quemadura de lagarto

Para confirmar que todo el mar es manejado por plantas y cerraduras 

Todos los cuerpos como páginas para la videncia del aire

Tres o cuatro en una misma frazada, mudos y copiosos

De tal profusión se puede esperar que los ángeles sean separados

Con borrosas preguntas a lo largo de los parques

Tú hablaras por la cerradura de la nieve

Para que lo que exista dentro de los ojos, también exista dentro del mar

Sea eso como los primeros pasos que se dieron en la luz

Ayúdame a hacer un techo con esa quemadura de lagarto

Quiero cubrirme de las hinchazones del amanecer

Cuando todos estemos ahí en medio del barro

Tratando de levantar algunas tablas, como si hacináramos alas y páginas

Tres o cuatro o cinco en una misma frazada, gimientes y escalonados

Cada doblez para ese mar que para siempre perdieron en el cielo

De eso se puede esperar que las alas puedan darle una edad distinta a la tierra

Yo lo espero, aunque se han lanzado tantas monedas al aire

Lo espero con estas columnas prófugas

Cuando las plantas os manejan, y vuestra mudez reverdece

De tal forma que esa cerradura de nieve da a un mar perdido

Da a la tumba de judas, cubierta de betarragas

Habla por ella, ya que solo en ti amanecen las claves

Habla por ella, ya que al barro fuimos tirados, con dos o tres tablas para levantar algo

Para que lo exista dentro del crepúsculo,

También exista dentro de lo que hemos levantado con estas tablas

Y al menos dos ventanas para mirar impuramente la miel deshonrada,  

Todas esas columnas hacinadas en un rayo de sol

Y nuestro techo es una quemadura de lagarto

De vez en cuando uno de nosotros baja de ahí

Y lo ayudas con plantas y sombras 

Lo ayudas porque su mudez, también la sufrimos, a poco de nacer

Como se sufre el primer viaje, o el dormir en distintas partes,

O no tener donde dormir

Sin otra forma de pasar los días que lanzando monedas en las calles

Monedas que ganábamos al vender betarragas,

Esas que sacábamos de la tumba de judas, ofreciéndolas en las plazas,  

Y la videncia del aire fueron esas monedas

Aunque todo eso haya reverdecido, algo no ha sido cerrado

Algo de donde sigue cayendo esa miel deshonrada,  

Si, una quemadura de lagarto es nuestro techo,

Por eso hemos dejado frazadas sobre frazadas hasta que llegan arriba

Y caen y quedan de un lado a otro y adentro ellos acostados,

Con esa peste que sale de la cerradura de nieve

Y progresa hasta que todos sienten que están dentro de un dibujo, que ellos mismos hacen

Como especulaciones de luz y de sombra en todos los rincones

Que dan como final vuestra cabeza partida hasta la mitad

Y esto bien puede ser una pagina entre el mar y el cuerpo

O esto bien puede ser esa cerradura de nieve que confirma nuestra peste

Habla por ella, di que por ahí se ve como el mar prostituye las plantas

Se ve el mar, ese mar que se entrega solo

Para que lo que existe dentro del cielo, también exista dentro del cuerpo 

Alza ese resto de cortina,

Tú sabes que la quemadura de lagarto, rosada se vuelve en ciertas conmemoraciones

A medida que quitas ese resto de cortina,  vuelve a su color habitual, 

Si lo delatas corres el riesgo de quedar por siempre dentro del dibujo

Súbete sobre esa quemadura de lagarto a contemplar todo aquel barrial    

Alza ese resto de cortina sobre los cielos, arrójala cuando pasen los pájaros

Y se la lleven para cubrir lo impuro

Borra el dibujo con una quemadura de lagarto,

O borra algunas partes,

Que parezca todo barro, con algunas tablas levantadas

O que parezca esa primera incubación en los bosques hipnotizados

Mitades y columnas prófugas terminan encontrándose lejos ya de toda forma o familia

Lanzaremos todas nuestras monedas al aire, sin preguntarnos porque

Caerán sobre la tumba de judas, ya toda cubierta de betarragas

Hubo quienes injertan carne en esa quemadura de lagarto

Y ponen la frazada encima

Y prófugas columnas

Y velas en todos los rincones

Y el pedazo de cortina

Para el pasado mañana de las mitades y los mares.

Porque los ángeles fueron separados con borrosas preguntas a lo largo de los parques

Cuatro o cinco o seis o siete en una misma frazada

Veras los gemidos que salen, como de ese mar que para siempre perdieron en el cielo

Veras la mudez que luego sobreviene, copiosa, escalonada

Como la de esos rincones que poco a poco van siendo borrados

Para que una inmovilidad de cerradura sea sobre la luz y la sombra.