lunes, 26 de enero de 2009

Ganadores del Primer Concurso Poético "Espíritu Literario".

Primer Premio:

Luis Alberto Chinchilla Elizondo y José Leonardo Gamboa

Mención de Honor:

Fabián Belo

Rocío L'Amar

Nora Ester Ricotti

Francisco Robles Postigo

Carlos Otero

Haydée Norma Podestá

Gloria Rondina

Gabriela Fiandesio

Frank Ulloa Melo 

Dore Giselle Retamal Giudice

Premio Especial en Agradecimiento por la Difusión Literaria a la Revista Nevando en la Guinea y al poeta Cecilio Olivero Muñoz  www.nevandoenlaguinea.blogspot.com y www.voznochedealma.com

Felicitaciones a todos los ganadores, en breve se publicarán las obras en la revista. Pedimos disculpas por la tardanza. Los diplomas serán enviados por correo tradicional a los poetas mencionados. 

Cristian Casadey
Editor Revista Cultural Espíritu Literario

martes, 6 de enero de 2009

Leyenda: Las Cajetas de Sirope, Crónica de un Viaje al Puerto. Ronald Antonio Ramírez Cascante (Costa Rica).


“Villita”, se encontraba como otras veces en la barra del Club Damas, para ese entonces atendido por la familia del popular “gallito”, quién junto a su esposa Doña Sara Cascante empezaban una administración del inmueble que duraría cerca de cuatro años, mismos en los cuales el famoso de nuestras historias se luciría con sus destellos de gran orador presentando cuando la ocasión se prestaba, esa gama de sagas casi convertidas en epopeyas por su particular ingenio.

Ese día lo acompañaba únicamente “Figueres”, que había ocupado antes que él el primer banco de los varios disponibles.

Yo me encontraba también en el lugar, sorprendido siempre por la presencia de la estrella del momento, aunque en esta ocasión… guardé silencio. No hubo “piques”, ni comentarios… “Villita”,  comenzó a ver para todos lados, como preparándose para algo. Mientras tanto este narrador permanecía tranquilo, sin presagiar nada de lo que estaba por suceder. Nuestro personaje se aseguró de que sobre todo no estuviera “gallito” ni doña Sara, ni mucho menos “camarón y compañía, probablemente resentía aún lo acaecido en uno de sus discursos (donde estuvo “Camarón”, William Carvajal, capataz de la finca), ya que tuvo que abandonar repentinamente el salón en medio de todos, insatisfecho por la poca credibilidad demostrada por el público.

_“Machillo”, dijo “Villita”, _si me regala un “copa llena” le cuento lo que me pasó hace como quince días que fui a Puntarenas, vieras que vacilón, yo creo que ni a “Figuerillos” se lo he contado, todavía estoy asustado, ustedes no me van a creer, lástima que no está el carajillo, “Wibe”, el que le sigue a Walter, el que me arregla el televisor y la grabadora cuando les pasa algo, un día de estos los voy a llevar a la casa para que vean como deja en pedacitos el tele y hasta la lavadora y en menos de una hora los vuelve a armar…y eso que apenas tiene cinco años, él o Walter no me dejarían mentir.

Ya para ese momento el ambiente estaba “armado”, habían llegado algunos otros visitantes que empezaban a interesarse por la historia prometida. “Villita” había ya ingerido el “copa llena” y se prestaba para introducirnos en su maravilloso mundo de “realidades insospechadas”. Al estar todos atentos, comenzó a desplegar su libreto.

“Jorgillo” Cajina, el del comisariato, le había prestado la moto Suzuki 100 que aunque no estaba en muy buenas condiciones, él con la ayuda de “Wibe” y Walter la había “chaineado” y había quedado pura vida, especial para el viaje que había pensado hacer.

Al día siguiente, como a las 5 y 30 de la mañana ya estaba preparado para la aventura. Chepa, su compañera, la que tenía fama de haber sido en el pasado una sirena, le había preparado unos gallos de frijol envueltos en hojas de cuadrado, una buena botella de café, un bollo de pan con mantequilla y se le ocurrió ponerle dos botellas de sirope de las hechas en la fábrica La Reina, donde “Peñita, allá en el centro de Quepos; esto por si le daba sed y no tenía con que hacer fresco.

Nuestro amigo se hizo a la tarea de ir a pasarla bien donde unos familiares.

El camino se le hizo corto, cerca de las 8 de la mañana ya “Villita” se encontraba en el puerto, recorriendo con la “ciencilla” de Jorge Cajina, el paseo de los turistas. Aprovechó para conocer el famoso salón “Los Baños”, la estación de bomberos, los kioscos y otras de las maravillas de la Perla del Pacífico, se sintió muy identificado ya que él venía del no menos famoso “Portal del Pacífico”, calificativo con el que aún hasta hoy es conocido el puerto de Quepos.

Después de compartir bastante con sus amigos y familiares en el barrio El Carmen y de dejar varias citas acordadas con las muchachas más lindas del sector, nuestro galán emprendió el viaje de regreso como a las 3 de la tarde.

Todo había salido de maravilla, pensaba “Villita”, mientras avanzaba por la “costanera” como a cien por hora. De pronto… la Suzuki comenzó a dar problemas, el motor parecía no dar más, y amenazaba con detenerse ya que iba perdiendo paulatinamente la fuerza. La situación empeoró hasta el punto que tuvo que orillarse, lo peor del caso es que en la zona donde se había varado no había casas y solo se observaban grandes espesuras y arboledas hasta donde la vista le daba.

“Villita” se encontraba en una situación muy difícil, rápidamente se dio cuenta que el vehículo se había quedado sin combustible y ¿una gasolinera?... ni en sombra. Esperó por más de una hora y no pasó por el sector ni siquiera una carreta. Por más que se esforzaba no se  le ocurría nada, hasta que se acordó que su querida Chepa le había puesto en el salveque dos botellas de sirope, una para el fresco y otra para regalarla a los amigos. ¡Por gracia de Dios nos las había usado para nada!

Estoy salvado dijo “Villita” y sin pensarlo dos veces las vertió en el tanque de la moto con la fe de que esta encendería sin ningún problema.

Procedió a darle la primera patada a la palanquilla de arranque y para su sorpresa con una bastó, la “Suzuca” encendió como si nada y su motor sonaba más afinado que si estuviera de agencia.

Nuestro personaje se montó rápidamente y se hizo de nuevo a la carretera, atónito por la potencia con que avanzaba la linde.

Transcurrió como una hora y no se presentaba ningún problema. “Villita” disfrutaba el viaje aún un poco pensativo por la eficacia del combustible que había descubierto. De pronto empezó a notar algo extraño y era que cuanto pueblito atravesaba salía a recibirle siempre un grupo de niños muy alegres y que con sus gritos hacían que tuviera que reducir la velocidad, ya que todos formaban fila detrás de la moto. Esto de momento no impresionó a nuestro aventurero ya que el estaba seguro del poder de atracción que poseía.

La situación ocurrió varias veces hasta que la curiosidad por el hecho hizo que le dieran ganas de volver a ver atrás… casi se cae del susto al observar que la alegría de los niños era porque de la mufla de la moto salían grandes cajetas rojas que los niños iban agarrando y disfrutando, aún las personas mayores querían agregarse al grupo.

El no se detuvo, temía que la magia del momento se acabara y en un instante dado apretó la “muca” hasta llegar a Damas, deseoso de poder contarle al primero que se encontrara, lo sucedido en aquella andanza de una tarde de verano.

 

Rónald Ramírez Cascante

Leyenda: Los macheteados y el jugo de caña. Ronald Antonio Ramírez Cascante (Costa Rica).


Serían las 5 de la tarde y nos reuníamos como muchas veces, en la barra del “Club”, centro social construido para el disfrute de los trabajadores y las familias de la hoy extinta “United Fruit Company”.

En ese lugar pernoctábamos para contar historias, compartir y “matar” las horas. Ese día era especial, se encontraba junto a nosotros nada más y nada menos que el famoso “Villita”, caballero que para mí y para muchos, era misterioso y poseedor de diversos secretos que a todos inquietaban. Ya habíamos escuchado por allí, algo de la fama de sus relatos y nos aprestábamos a “picarlo” para ver si lográbamos que nos narrara una de sus increíbles historias, esas que a muchos habían hecho reír y cuya lustre ya trascendía en el cuadrante de Damas y en las otras fincas cercanas. En el grupo de amigos, se encontraban: “Guaco”, “Figueres”, “Camarón”, Edgardo y otros cuyos nombres o sobrenombres no recuerdo, todos sabíamos que a la menor señal de risa  nuestro personaje se alejaría; así que queriendo evitar su retirada habíamos hecho pacto de silencio con anterioridad. Yo mismo había sido testigo de cómo en silencio, cabizbajo, y meditabundo se había retirado algunas veces de en medio de un público que quiso hacer mofa de sus relatos, actitud que yo nunca llegué a entender pero que formaba parte de este mítico personaje.

El “pique” comenzó y se hizo constante, sobre todo “camarón” (William Carvajal, capataz de la finca), tanto insistió que al fin sus pedidos surtieron efecto, “Villita”, después de pegarle una fuerte “chupada” a su cigarro dio inicio al relato.

Con una seguridad en sí mismo que a cualquiera asombraba, su porte “italiano” que matizaba su locuaz personalidad y le daba un aire siempre único,  su camisa bien planchada, el pañuelo en el cuello de la misma, que según nos contó un día, servía para mantener esa parte de la camisa en total pulcritud, nuestro protagonista nos contaba sin titubear que cierto día llegó a un pueblo muy retirado en dónde se iniciaban las fiestas patronales, y al entrar en el salón de baile, cuando  la actividad estaba en su máximo apogeo, gritó con fuerte voz en medio de todos, __¿ Cuál es el “coco” en este lugar para volarme machete con él?... hubo en el recinto unos segundos de silencio, la pieza musical que estaba sonando se detuvo, todos se volvían a ver  y se preguntaban quién sería  aquel desconocido que osaba hacer tal pregunta, casi al instante todos dejaron de ver al desafiante y fijaron su mirada en la esquina izquierda de la “barra” de la cantina, dónde se dejaba ver una silueta negra formada por un gran sombrero de ala ancha, botas con grandes espuelas y en la cintura una vaina donde guardaba lo que parecía ser un “28”. Pronto uno de los interlocutores dijo con voz clara y segura --ese que esta ahí papá y que Dios lo acompañe porque no creo que le vaya bien, cabrón… Lo que en la poca claridad del lugar  se distinguía como una sombra se fue haciendo realidad y dejó ver a un hombre fuerte, con todas las características señaladas antes, con cara de pocos amigos y muy dispuesto a “volarse” rula con él dónde fuera y como fuera…

Todos se hicieron a un lado y en el centro mismo del salón se cruzaron los primeros machetazos que continuaron así por varias horas…después de una 10 o 15 horas de “lluvia de filo” y cuando la lucha había ya pasado a un predio al lado del pueblo, un grupo de personas muy preocupadas les rogaron a gritos que no siguieran allí, que había muchos niños y ancianos que podían salir lastimados, que por favor se fueran al cañal, uno que estaba como a un kilómetro de donde se encontraban y que en ese lugar se podían dar todo lo que querían . Ambos estuvieron de acuerdo y emprendieron en medio de mutuos vituperios el viaje hasta el cañal, en donde siguieron el encarnizado duelo. Después de 15 o 22 días de “volarse” machete, ambos se vieron obligados a detenerse debido a que ya el jugo de caña les daba a la nariz y casi los ahogaba, los machetes se habían convertido en unos “machetitos” que no alcanzaban un jeme y lo “extraño” es que ambos protagonistas ¡no presentaban ni un solo rasguño!.

“Villita” se preparaba para darle el toque final a su cuento cuando de repente uno del grupo no se quién, “explotó” en carcajadas y hasta allí llegó todo, nuestro cronista se bajó rápido del banco de cantina en donde estaba y emprendió la huída sin pronunciar palabra alguna buscando rápido la salida, nosotros, sosteniéndonos el estómago por la risa, solo atinábamos a señalar a “Guaco” o a Edgardo como los culpables de que la historia terminara de esa forma, sabíamos que debajo de la manga “Villita” tendría otros interesantes libretos, como el de “La sirena”; “Las cajetas de sirope”, “La vaca marina” y otros, que de seguro las hubiésemos disfrutado grandemente como la que acababa de contar, en fin, todos seguimos nuestro vacilón en otras cosas, aquel lunes había sido diferente.  Allí mismo acordamos que en la próxima actuaríamos con más cautela, ya que todos queríamos disfrutar de las interesantes anécdotas de nuestro muy respetado “Villita”.

 

Ronald Ramírez Cascante

Poesía: Ventinueveavo Anuncio. Rodrigo Verdugo (Chile).

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VEINTINUEVEAVO ANUNCIO                   A mi prima Carolina Bruna Pizarro

                                                             “degollado de luz en su lecho de oro”                                                                

                                                                                           Julio Barrenechea

Especulaciones de luz y de sombra en los rincones

Como si fuese una cabeza abierta hasta la mitad

Donde ponen una quemadura de lagarto

Para confirmar que todo el mar es manejado por plantas y cerraduras 

Todos los cuerpos como páginas para la videncia del aire

Tres o cuatro en una misma frazada, mudos y copiosos

De tal profusión se puede esperar que los ángeles sean separados

Con borrosas preguntas a lo largo de los parques

Tú hablaras por la cerradura de la nieve

Para que lo que exista dentro de los ojos, también exista dentro del mar

Sea eso como los primeros pasos que se dieron en la luz

Ayúdame a hacer un techo con esa quemadura de lagarto

Quiero cubrirme de las hinchazones del amanecer

Cuando todos estemos ahí en medio del barro

Tratando de levantar algunas tablas, como si hacináramos alas y páginas

Tres o cuatro o cinco en una misma frazada, gimientes y escalonados

Cada doblez para ese mar que para siempre perdieron en el cielo

De eso se puede esperar que las alas puedan darle una edad distinta a la tierra

Yo lo espero, aunque se han lanzado tantas monedas al aire

Lo espero con estas columnas prófugas

Cuando las plantas os manejan, y vuestra mudez reverdece

De tal forma que esa cerradura de nieve da a un mar perdido

Da a la tumba de judas, cubierta de betarragas

Habla por ella, ya que solo en ti amanecen las claves

Habla por ella, ya que al barro fuimos tirados, con dos o tres tablas para levantar algo

Para que lo exista dentro del crepúsculo,

También exista dentro de lo que hemos levantado con estas tablas

Y al menos dos ventanas para mirar impuramente la miel deshonrada,  

Todas esas columnas hacinadas en un rayo de sol

Y nuestro techo es una quemadura de lagarto

De vez en cuando uno de nosotros baja de ahí

Y lo ayudas con plantas y sombras 

Lo ayudas porque su mudez, también la sufrimos, a poco de nacer

Como se sufre el primer viaje, o el dormir en distintas partes,

O no tener donde dormir

Sin otra forma de pasar los días que lanzando monedas en las calles

Monedas que ganábamos al vender betarragas,

Esas que sacábamos de la tumba de judas, ofreciéndolas en las plazas,  

Y la videncia del aire fueron esas monedas

Aunque todo eso haya reverdecido, algo no ha sido cerrado

Algo de donde sigue cayendo esa miel deshonrada,  

Si, una quemadura de lagarto es nuestro techo,

Por eso hemos dejado frazadas sobre frazadas hasta que llegan arriba

Y caen y quedan de un lado a otro y adentro ellos acostados,

Con esa peste que sale de la cerradura de nieve

Y progresa hasta que todos sienten que están dentro de un dibujo, que ellos mismos hacen

Como especulaciones de luz y de sombra en todos los rincones

Que dan como final vuestra cabeza partida hasta la mitad

Y esto bien puede ser una pagina entre el mar y el cuerpo

O esto bien puede ser esa cerradura de nieve que confirma nuestra peste

Habla por ella, di que por ahí se ve como el mar prostituye las plantas

Se ve el mar, ese mar que se entrega solo

Para que lo que existe dentro del cielo, también exista dentro del cuerpo 

Alza ese resto de cortina,

Tú sabes que la quemadura de lagarto, rosada se vuelve en ciertas conmemoraciones

A medida que quitas ese resto de cortina,  vuelve a su color habitual, 

Si lo delatas corres el riesgo de quedar por siempre dentro del dibujo

Súbete sobre esa quemadura de lagarto a contemplar todo aquel barrial    

Alza ese resto de cortina sobre los cielos, arrójala cuando pasen los pájaros

Y se la lleven para cubrir lo impuro

Borra el dibujo con una quemadura de lagarto,

O borra algunas partes,

Que parezca todo barro, con algunas tablas levantadas

O que parezca esa primera incubación en los bosques hipnotizados

Mitades y columnas prófugas terminan encontrándose lejos ya de toda forma o familia

Lanzaremos todas nuestras monedas al aire, sin preguntarnos porque

Caerán sobre la tumba de judas, ya toda cubierta de betarragas

Hubo quienes injertan carne en esa quemadura de lagarto

Y ponen la frazada encima

Y prófugas columnas

Y velas en todos los rincones

Y el pedazo de cortina

Para el pasado mañana de las mitades y los mares.

Porque los ángeles fueron separados con borrosas preguntas a lo largo de los parques

Cuatro o cinco o seis o siete en una misma frazada

Veras los gemidos que salen, como de ese mar que para siempre perdieron en el cielo

Veras la mudez que luego sobreviene, copiosa, escalonada

Como la de esos rincones que poco a poco van siendo borrados

Para que una inmovilidad de cerradura sea sobre la luz y la sombra.

Poesía: Veintiochoavo Anuncio. Rodrigo Verdugo (Chile).


VEINTIOCHOAVO ANUNCIO   A Juan Lanza

 

Aquí se amarran las manos con sogas, con pájaros y radiaciones en celo

Para no volver a tocar nada, que no sea alrededor de ese signo que desespera a las estrellas

Tan alrededor que ellas retienen el aullido, y alzan las espigas

Solo para que el rayo las conozca, y las hagan dormir conforme a esa historia de ceniza

Aunque quisieran no pueden dormir,

Tienen como insomnio la orfandad de la harina

Pero tan alrededor que quieren romper con eso,

Poner un astro en todas las sangres para no dejar entrar ni salir nada,

Hasta que nadie vuelva a tener memoria de eso que era

Como salir de un lugar donde esta lloviendo, a otro donde llueve más fuerte

Es como si escondieran sal, y huyeran a estaciones vacías a dejar bultos

Y sacaran botones, camisas, zapatos 

Y las pusieran sobre esa luz que llora sobre los muertos

Ah luz que llora por esa sangre, como romper con eso,

Si hay nudos que se defienden del mediodía, cuando se derrama

Y las lámparas deben volverlo a su lugar con la nublada perversidad en sus cuatro lados

Como esos secretos que pasan de nube en nube,

Conforme a esa historia de ceniza, donde nadie puede decir: sois mis ojos o sois mis manos

Pero si el cuerpo puede repetir las vueltas de la tierra, sobre cualquier sombra, aunque no sea la suya

Para un conocimiento más extenso del mediodía,

Como alzar una torre cubierta de cinturas con las manos amarradas

Y deshilar todas las camisas y bajar por esos hilos

Como una estación vacía para descubrir que la muerte primero estuvo en el fuego.

Aunque los silabarios digan otra cosa

Pero el fuego vuelve a poner la muerte en su lugar,

Eso es como deshilar con nublada perversidad en estaciones vacías, pero si los hilos de pronto se acaban,

Viene la pausa del amanecer, donde llanto y luz se empujan solos

Hasta que el crepúsculo pare un caballo, que entrará a despertar al astro que han puesto en las sangres,

Como un mueble trancando la puerta de una casa   

Lo despertara, para que sienta que en algunas partes llueve y en otras llueve más fuerte 

Y es que a  causa de tanta sal escondida se puede decirle a cualquiera: sois mis ojos o sois mis manos

Por eso somos los que empujamos con las manos amarradas, carruajes cubiertos de gusanos y músicas secas

Antaño paseaban en esos carruajes mujeres con zapatos cuyas hebillas eran de oro,

Rompían los botones de las camisas de algún infiel,

Ahora empujamos esos carruajes hacia el mar,

Cubiertos de harina vamos empujando, pasamos frente a torres cubiertas de cinturas,

Frente a bancos de sangre

Pero ahora pasamos a recoger sogas, radiaciones en celo y pájaros,

Puntuales somos en ello, aunque luego nos amarraran enteros,

No dejaran que cerremos los ojos

A semejanza del mar pondrán nuestra cabeza debajo de la más nefasta germinación,

Os dirán por siempre: sois mis ojos, por siempre sois mis manos,

En medio de incontenibles aullidos y extendidas espigas

Vamos danos una historia de ceniza, siempre quisiste deshilar, 

Cual fue tu más nublada perversidad, lo sabemos, si lo sabemos   

Aunque como los silabarios digas otra cosa

Ahora y así amarrados repetiremos las vueltas de la tierra,

Pero ahora ay sobre el fuego

Como ayer fue sobre las sombras y quizás sobre el mar y las piedras

Tan alrededor que toda la sal escondida cubrirá las estaciones vacías,

Tan alrededor que lo que el rayo conocerá es el fin de los hilos,

Tan alrededor que los secretos pasaran de nube en nube hasta llegar a nosotros como un bulto, 

Tan alrededor que el caballo saldrá con la desesperación de las estrellas,

Tan alrededor que algo nos señalara desde el fondo del fuego,

Algo que llego a la muerte tratando de resucitar mucho antes.