martes, 6 de enero de 2009

Poesía: Veintiochoavo Anuncio. Rodrigo Verdugo (Chile).


VEINTIOCHOAVO ANUNCIO   A Juan Lanza

 

Aquí se amarran las manos con sogas, con pájaros y radiaciones en celo

Para no volver a tocar nada, que no sea alrededor de ese signo que desespera a las estrellas

Tan alrededor que ellas retienen el aullido, y alzan las espigas

Solo para que el rayo las conozca, y las hagan dormir conforme a esa historia de ceniza

Aunque quisieran no pueden dormir,

Tienen como insomnio la orfandad de la harina

Pero tan alrededor que quieren romper con eso,

Poner un astro en todas las sangres para no dejar entrar ni salir nada,

Hasta que nadie vuelva a tener memoria de eso que era

Como salir de un lugar donde esta lloviendo, a otro donde llueve más fuerte

Es como si escondieran sal, y huyeran a estaciones vacías a dejar bultos

Y sacaran botones, camisas, zapatos 

Y las pusieran sobre esa luz que llora sobre los muertos

Ah luz que llora por esa sangre, como romper con eso,

Si hay nudos que se defienden del mediodía, cuando se derrama

Y las lámparas deben volverlo a su lugar con la nublada perversidad en sus cuatro lados

Como esos secretos que pasan de nube en nube,

Conforme a esa historia de ceniza, donde nadie puede decir: sois mis ojos o sois mis manos

Pero si el cuerpo puede repetir las vueltas de la tierra, sobre cualquier sombra, aunque no sea la suya

Para un conocimiento más extenso del mediodía,

Como alzar una torre cubierta de cinturas con las manos amarradas

Y deshilar todas las camisas y bajar por esos hilos

Como una estación vacía para descubrir que la muerte primero estuvo en el fuego.

Aunque los silabarios digan otra cosa

Pero el fuego vuelve a poner la muerte en su lugar,

Eso es como deshilar con nublada perversidad en estaciones vacías, pero si los hilos de pronto se acaban,

Viene la pausa del amanecer, donde llanto y luz se empujan solos

Hasta que el crepúsculo pare un caballo, que entrará a despertar al astro que han puesto en las sangres,

Como un mueble trancando la puerta de una casa   

Lo despertara, para que sienta que en algunas partes llueve y en otras llueve más fuerte 

Y es que a  causa de tanta sal escondida se puede decirle a cualquiera: sois mis ojos o sois mis manos

Por eso somos los que empujamos con las manos amarradas, carruajes cubiertos de gusanos y músicas secas

Antaño paseaban en esos carruajes mujeres con zapatos cuyas hebillas eran de oro,

Rompían los botones de las camisas de algún infiel,

Ahora empujamos esos carruajes hacia el mar,

Cubiertos de harina vamos empujando, pasamos frente a torres cubiertas de cinturas,

Frente a bancos de sangre

Pero ahora pasamos a recoger sogas, radiaciones en celo y pájaros,

Puntuales somos en ello, aunque luego nos amarraran enteros,

No dejaran que cerremos los ojos

A semejanza del mar pondrán nuestra cabeza debajo de la más nefasta germinación,

Os dirán por siempre: sois mis ojos, por siempre sois mis manos,

En medio de incontenibles aullidos y extendidas espigas

Vamos danos una historia de ceniza, siempre quisiste deshilar, 

Cual fue tu más nublada perversidad, lo sabemos, si lo sabemos   

Aunque como los silabarios digas otra cosa

Ahora y así amarrados repetiremos las vueltas de la tierra,

Pero ahora ay sobre el fuego

Como ayer fue sobre las sombras y quizás sobre el mar y las piedras

Tan alrededor que toda la sal escondida cubrirá las estaciones vacías,

Tan alrededor que lo que el rayo conocerá es el fin de los hilos,

Tan alrededor que los secretos pasaran de nube en nube hasta llegar a nosotros como un bulto, 

Tan alrededor que el caballo saldrá con la desesperación de las estrellas,

Tan alrededor que algo nos señalara desde el fondo del fuego,

Algo que llego a la muerte tratando de resucitar mucho antes.