jueves, 21 de abril de 2011

La leyenda del Puente de Piedra. Por Cristian Claudio Casadey Jarai

La Leyenda del Puente de Piedra

El clima del pueblo era realmente caliente. Ese día en especial había sido demasiado sofocante, tanto que no había agua alguna capaz de calmar la sed de Pedro, el jornalero.

El trabajo en el cafetal había sido especialmente duro esa vez. Las alimañas picaban sin cesar su sufrido cuerpo. Las gotas de sudor que se deslizaban por su frente nublaban su fatigada vista. Por suerte sus labores ya habían concluido. La noche se acercaba sigilosamente.

El patrón, satisfecho con las tareas realizadas por Pedro, resolvió obsequiarle un gallo muy obediente y fortachón. Pedro estaba muy feliz con semejante regalo, por lo que agradeció mucho a su jefe y emprendió su recorrido.

El camino hacia su hogar era largo y sinuoso. Las montañas parecían burlarse del hombre, quien en su pesar no hacía caso alguno de las bromas de la naturaleza indómita.

El manto oscuro y estrellado le jugó una mala pasada. La falta de luz hizo que Pedro equivocara su trayecto, por lo que llegó hasta un río cuando se dio cuenta de su error.

- ¡Qué me lleve el diablo! ¡Maldita sea mi suerte! – Gritó lastimosamente Pedro.

Un repugnante olor a azufre impregnó todo el ambiente. El Demonio en persona había acudido ante el llamado de Pedro, quien transpiraba todavía mucho más que antes.

- Ayúdame Satán – Dijo Pedro.

-Aquí estoy a tu servicio – Contestó educadamente el Diablo. Pedro nunca imaginó que el famoso Príncipe de las Tinieblas era un tipo fino y educado, con buen porte y muy elegante.

- Conozco tu problema y sé que te has perdido. Puedo ayudarte a llegar a tu casa a cambio de un favorcito – Habló con cierta malicia el Maligno.

- ¿Y qué quieres de mí? Sólo soy un pobre jornalero que no tiene fortuna, mi único deseo es retornar a mi ranchito con mi esposa y mis queridos hijitos – Replicó con pesar Pedro.

- Construiré un puente de piedra sobre este río a cambio de tu primogénito.

Pedro lo pensó detenidamente. Necesitaba aquel servicio, pero el amor a su hijo no le permitía realizar semejante sacrificio cruel.

-Está Bien Satán, pero con una condición –Sentenció Pedro – Debes terminar el puente antes de que cante mi gallo al amanecer.

- Muy bien, que así sea entonces – Exclamó impaciente Lucifer.

Con todas sus fuerzas el demonio sacó y sacó piedras desde las profundidades de su Reino. La velocidad de Belcebú era verdaderamente escalofriante. Pedro estaba anonadado con el espectáculo infrahumano que transcurría ante su vista. El gallo se había despertado y miraba como el Diablo trabajaba sin cesar.

Ya casi estaba por amanecer. El Demonio sonreía placenteramente al instante en que sólo le faltaba colocar la última roca en el puente. Pedro, ni lento ni perezoso, hizo cantar de un puntapié al pobre gallo, quien lanzó su quiquiriquí como si fuera el último. Lucifer, engañado, se refugiaba en el abismo del Averno, mientras Pedro soltaba grandes carcajadas.

-No debí de ser tan confiado. Me has ganado en verdad, hay gente más deshonesta que yo – Pronunció Satán.

Y así fue como el famoso Puente de Piedra fue creado hace muchos, pero muchos años.