miércoles, 27 de abril de 2011

La Oscuridad. Por Cristian Claudio Casadey Jarai

I

Simplemente la maldad no tenía límites. La escena era en realidad aterradora…

La Señora de la Oscuridad se despertaba de su largo sueño ancestral. Una vil horda de seres repugnantes constituía su inmundo séquito. La humedad del tenebroso castillo era insoportable. Un altar putrefacto, rodeado de extrañas esculturas mayas era el escenario perfecto de la hermética reunión.

La edificación era bastante antigua. Su origen era incierto, más ligado a tradiciones mitológicas que a hechos históricos. Su posición geográfica hacía de ese gigante de piedra una fortaleza inexpugnable a sus enemigos. Leyendas de batallas teñidas de arrojo y valentía albergaban la esperanza de renacer entre sus muros. En contrapartida, conspiraciones y bajezas se cocinaban en su interior.

Los primeros minutos transcurrían en completo silencio. Luego, uno a uno, los embajadores de las tinieblas se fueron presentando:

- Juez del Primer Círculo del Averno – y la corrupta entidad se arrodillaba ante su Ama.

- Juez del Segundo Círculo del Averno mi Señora – y el personaje repetía los gestos del anterior.

- Juez del Tercer Círculo del Infierno mi Señora…

Y así con una hilera interminable en semicírculo que rodeaba a la infame protagonista de tan macabro espectáculo.

Los presentes tiraron las capas negras. Había llegado el momento del sacrificio. Una pobre virgen desnuda, atada de pies y manos en un extraño aparato de tortura con forma de cruz invertida, burla despiadada a los valores cristianos, era ofrecida a una banda de uniformados depravados. Poco tardó la mezcla de sangre y otros fluidos corporales en correr por la piel de la joven. Semejante cuadro indescriptible llama a la prudencia de quien relata estos terribles hechos…

Un brindis bizarro fue la coronación del estrambótico acto. Alzaron sus copas al son de marchas nazis. Pero no bebían licor… Sangre, bebida de buitres… Aquellos abogados del diablo sonreían satisfechos. El pacto estaba sellado. Sin embargo, la naturaleza de la traición impregnada en sus genes era mucho más poderosa que cualquier promesa o juramento…

II

El día había amanecido en su esplendor. El sol brillaba con fuerza. Las puertas de la universidad estaban abiertas a la espera de los nuevos estudiantes y profesores. La señora rectora esperaba ansiosa a los asistentes en el salón de actos.

Cuatro nuevos docentes se sumaban ese año a la labor universitaria:

- El profesor Ardic, enseñando Retórica. El tipo era viejo y calvo. Lucía un viejo traje gris desteñido por el paso de los años. Su camisa era el fiel reflejo de su alimentación: Diversos tipos de manchas correspondientes a toda clase de comidas y bebidas. En resumen: Desagradable.

- Impartiendo Semiótica: Gaylor Carp. Hombre afeminado. De formas amaneradas, el destello degenerado que lucían sus pupilas era evidente. Al igual que su colega, tampoco demostraba gran cariño por la higiene personal.

- Como profesor de Política Internacional, George Gnana. Barbudo y grandilocuente, llevaba una pésima imitación de un Longines de bolsillo todo oxidado. Parecía ser el peor de todos.

- Y por último, la profesora de Ética, Alicia Arkert. Mujer despiadada, usaba unos lentes oscuros para esconder sus rojas pupilas, efecto del abuso descontrolado de drogas duras.

La rectora continuó con su aburrido discurso. Comentaba sobre la historia de la institución. Esta había sido en un principio un establecimiento exclusivo para personas del sexo femenino. En los últimos años esa situación fue cambiando. Así, podían observarse en ese momento algunos estudiantes masculinos. Lo mismo sucedía en el plantel de educadores (si es que puede usarse ese término aplicado a una mafia de amorales).

En un rapto de inusual generosidad, la rectoría decidió organizar un baile de gala en honor a los recién llegados. Por lo que decidió que aquellos alumnos que recibieran las invitaciones serían la futura elite de la universidad. Además, los elegidos debían recibir un breve curso de etiqueta antes de la ceremonia de bienvenida.

III

Había caído nuevamente el manto oscuro de la noche. El campus era bastante grande. Una pequeña capilla casi abandonada era el punto de convergencia para el encuentro entre la Señora de la Oscuridad y sus sicarios, ahora profesores universitarios.

El viejo Volkswagen no llamaba la atención. Silenciosamente se estacionó en frente de la derruida construcción. Unos lacayos sombríos abrieron los portones. La Señora, ricamente ataviada con su capa de terciopelo azul, ingresó velozmente acompañada de su séquito. Bajaron las escaleras iluminadas por espesas antorchas. El olor a grasa era demasiado fuerte para los presentes. Toses y murmullos era lo único que podía captar el sentido auditivo. En cambio, sombras e imágenes difusas engañaban a la vista…

Los sirvientes volvieron a abrir unas puertas negras de hierro. Las bisagras chillaron de manera desagradable. La Señora ingresó primera al recinto.

Un extraño ídolo maya de piedra se encontraba en el centro de la cripta. A su lado, un ataúd con inscripciones indescifrables hasta para el más experto de los sabios. Un trono macizo sobre unos escalones en el fondo completaba la rudimentaria decoración de aquel subsuelo.

Los siervos se ubicaron con las antorchas en cada extremo del recipiente mortuorio. La luz agónica bañaba el rostro de la Señora, quien se acercaba lentamente, paso a paso. Detrás esperaban impacientes los “profesores”.

La Señora se quitó la capa. Su cuerpo moreno quedó completamente desnudo. Su ser, completamente afeitado, brillaba radiante en la oscuridad. Solo permanecía con las largas botas de cuero firmemente calcadas en sus piernas. Apoyó uno de sus pies sobre el féretro. Luego pronunció unas palabras inentendibles. Al final exclamó:

- ¡Oh. Padre! En breve despertarás de tu largo letargo al igual que lo hice yo. Pronto llegará el momento.

La Señora comenzó a realizar unos conjuros frenéticamente. Su mano derecha recorría el aire haciendo gestos histriónicos mientras la izquierda acariciaba el cajón.

- Padre, pronto despertarás. El poder del Más Allá reanimará tus sentidos ¡Siente Padre, siente!

El cuadro era dantesco. No… más bien grotesco, cuasi necrófilo e incestuoso. Cualquier alma con un poco de sensibilidad se habría sentido asqueada ante semejante exposición de muerte y lujuria.

Pero aquellos malvados individuos, que usurpaban el título de profesores, eran unos seres completamente desalmados, desprovistos de todo sentimiento humano. Eran bestias inmundas, cargadas de egoísmo y hedonismo insano.

La Señora llegaba al éxtasis…

IV

Las calles de la ciudad estaban desoladas esa mañana. Hacía poco que había levantado su poder el astro rey.

Marino estaba nervioso. Sus manos sudaban pesadamente. A pesar de no ser un día caluroso el joven transpiraba cuantiosamente. Los zapatos le apretaban demasiado los pies.

Apuró el paso. Sentía que lo observaban. Se daba vuelta pero no veía a nadie. La calle seguía desierta. Por dentro pensaba ¿Me estaré volviendo loco? ¿Estaré imaginando cosas? El ruido de una rama quebrada delató a sus perseguidores. Corrió y corrió hasta más no poder. Pero no era una persona veloz. En ese momento se lamentaba no haber practicado más deporte como se lo había recomendado el médico. El sobrepeso le estaba ganando la carrera. Uno de los enmascarados se lanzó sobre él. Ya inmovilizado en el suelo, esperó lo peor…

V

Las chicas acostumbraban entrenar temprano en el parque. Habían improvisado un buen equipo de vóley. Eran bastante talentosas.

Celina golpeó con demasiada fuerza la bola.

- Ve a buscarla Romy ¡Y no tardes! - ordenó la mayor.

Romina era joven y esbelta. No era muy aficionada al deporte, pero siempre le había gustado el vóley. Y no jugaba mal. Su técnica mejoraba día tras día. Hasta podría llegar a ser toda una profesional. Pero los estudios habían relegado esa posibilidad a un segundo plano. Tener un título universitario en aquella sociedad hipócrita era lo más importante. No interesaba si era buena o mala persona, si hacía trampas o no para conseguirlo. Era el título, y solamente el título universitario, convertido en una especie de bendición papal o de estatus nobiliario para pequeños burgueses.

Celina había enviado la pelota lejos con la fuerza de su impacto. Era una chica fuerte, ruda. Romy corrió en busca de la esfera. La vegetación era bastante espesa. Entre los arbustos vio un cuerpo inerte. Se acercó lentamente. La curiosidad podía más que el temor. Era Marino. Estaba muy golpeado e inconsciente. La muchacha trató de despertarlo. Luego de varios intentos Marino recobró el conocimiento.

- Romy…. Romina…

- ¿Pero cómo sabes mi nombre? – preguntó sorprendida la joven.

- Soy el mensajero… no temas…

- El golpe te debe de haber afectado ¿Cómo te llamas?

- Soy Marino…

Marino intentó tocar a la chica.

- ¡Pero qué haces asqueroso! ¡Qué te has creído, degenerado!

Un golpe propicio en la cabeza volvió a su estado anterior al joven. Celina, alarmada por los gritos, llegó hasta la escena…

VI

Celina se moría de risa. Las carcajadas resonaban en el aula sin alumnos.

- ¿Así que tu admirador te quiso violar? ¡Qué gracioso Romy!

- Te burlas, pues no te pasó a ti. Es fácil hablar desde afuera.

Entre más risas Celina se retiró ante la angustia de Romy. Nuevamente quedaba sola con Marino, quien dormitaba en una de las sillas.

- Vamos Marino, ¡Despierta ya!

- Mmm… si…

El muchacho lentamente iba librándose del mundo onírico que envolvía sus pensamientos.

- Romy, eres una de las elegidas…

- ¿Sigues con esa cosa todavía? ¿De qué demonios hablas?

- Tengo pruebas, llevas una marca debajo de tu vientre.

- ¿Y cómo sabes eso?

- Soy el mensajero.

Romina se puso nerviosa. Nadie sabía de su marca. Un extraño símbolo, similar a un tatuaje, decoraba la parte baja de su vientre. Nunca se lo había mostrado a nadie. Era una mujer recatada, guardaba su virginidad para el matrimonio. La conversación la había confundido. La situación la hacía sentir muy mal.

- Espera Marino ¡No te vayas!

- Es mejor que te deje sola por el momento. Luego comprenderás todo.

Marino salió lentamente del aula. Los mecanismos del destino se habían puesto en marcha…

VII

Romina se encontraba muy angustiada. No entendía nada de lo que estaba sucediendo ¿Qué era eso del mensajero y ser la elegida? ¿Y el símbolo raro que adornaba su vientre?

La confusión y la desconfianza eran malas consejeras. Debía de alguna manera averiguar un poco más sobre el asunto ¿Qué podía perder? Además su vida era harto rutinaria. Solo el vóley era algo diferente, algo que realmente la apasionaba. Cuando jugaba era otra persona, un ser pleno y vigoroso.

Decidió no pensar más en el asunto. Al fin y al cabo no tenía la mayor importancia. Podía continuar con su vida normalmente. Si se cruzaría con Marino, simplemente lo ignoraría. Era lo mejor que podía hacer.

Por otra parte olvidar no era tan simple. Marino le había llamado fuertemente la atención ¿Qué hacía ese muchacho inconsciente en el parque? ¿Por qué lo había ayudado? Y la peor interrogante de todas: ¿Cómo sabía de su marca?

VIII

Las actividades en la universidad se desarrollaban con absoluta normalidad. Todo parecía marchar bien y en orden. Sin embargo, tanta calma aparente ponía nerviosa a Celina.

Celina era por naturaleza una mujer confiada, fuerte y algo arrogante. Que ella estuviera ansiosa era de preocupar. Nada parecía alterarla, ni siquiera esos años oscuros de su infancia, cuando en plena guerra civil bombardeaban los morteros enemigos la ciudad. Ni la persecución posterior a su familia pudo doblegar su entereza ni su valor moral. Era una persona excepcional, sin mayores defectos a la vista.

Al principio, las clases de semiótica de Gaylor le parecían interesantes. Las obras de Ferdinand de Saussure y otros lingüistas llenaban sus horas vacías con algún que otro desafío intelectual. Símbolo y signo, comunicación verbal, entre otros aburridos temas, eran moneda común en esos debates.

Pero luego Celina empezó a notar algo raro. Gaylor Carp tenía un brillo extraño en sus ojos. Y no era un individuo limpio precisamente. Pero de igual manera lograba cautivar a sus alumnos, en especial a Romina. Ella lo miraba como hipnotizada durante las exposiciones interminables del afeminado. Era una situación poco común.

Poco a poco las demás jóvenes terminaban actuando igual a Romy. Esto le llamó poderosamente la atención a Celina.

IX

La Señora de la Oscuridad se impacientaba. Sus planes iban demasiado lentos para su gusto. Era el momento de jugar fuerte.

Gnana y Arkert serían los encargados de comenzar la Operación Aula Magna. Unirían sus poderes intelectuales para conquistar a los estudiantes a cualquier precio. La fuerza de choque sería Gaylor, que a pesar de su homosexualidad sabía cómo ganarse a la población femenina.

El grupo desconfiaba del viejo Ardic. El tipo era astuto. Siempre cambiaba de bando cuando le convenía. No tenía escrúpulos y no le interesaba nada más que su propio provecho. Era el egoísmo en persona.

El plan era simple. Los profesores debían apoderarse de la energía intelectual de los jóvenes, en especial las mujeres. Pero ello no era posible sin la ayuda voluntaria de los estudiantes. Era un proceso abstracto bastante complicado. Y hacían falta tres personas, aunque una cuarta que vigilase no estaba de más. Sin embargo la realidad era que nadie entendía nada, solo la Señora de la Oscuridad.

- Mis seguidores: Ha llegado nuestro momento. Mañana iniciaremos la Operación Aula Magna. Deberán citar a sus alumnos a dicho recinto a las cuatro de la tarde, hora en que los astros nos son propicios, pues Saturno entra en cuadratura con Marte, lo que equivale a una correcta alineación de planetas cuyo influjo en las féminas nos es favorable. Usted Gaylor, disertará sobre Peirce. Debe cansar a sus discípulos. Lo sabrá conseguir sin problemas con la semiótica. Eso cansa a cualquiera.

- Señora, Peirce es cosa seria, no debería tomar la semiótica tan a la ligera…

- ¡Qué semiótica ni semiología! ¡Son la misma cosa! ¡Una, versión americana y la otra, europea! No me venga con eso Gaylor – replicó enfurecida la Señora.

Dio unos puñetazos sobre la mesa de roble. El cuarto parecía mucho más lúgubre que de costumbre. Los golpes retumbaron con fuerza por todo el castillo. La fortaleza tembló con violencia. Parecía un terremoto.

Los falsos docentes se asustaron. Comprendieron de inmediato el poder de la Señora. Con ella no se podía andar a medias. La Señora era muy decidida, mano fuerte y voz rígida.

- Señora, sepa disculpar a Gaylor. Ha estado bajo mucha presión. Además ya sabe usted como es fanático de Peirce – imploró Ardic, haciendo gala de su viejas mañas.

- Bien mi fiel vasallo. Como eres tu quien lo pides, por esta vez no habrán castigos. Gaylor, aprende de Ardic, que sabe cómo actuar correctamente.

- Sí mi Señora.

Gaylor se arrodilló y besó las botas de charol oscuro de la Señora. Ella se sentía todopoderosa en su interior. Sabía que Gaylor no era más que una rata apestosa y miserable, pero el poder dominar a los hombres resultaba fascinante.

La reunión había terminado.

X

Marino esperaba tranquilamente sentado a un costado de la acera. El sol abrazaba con cariño su blanca piel. Su delgadez parecía exacerbada esa mañana.

- Esta tarde los planetas estarán alineados correctamente – suspiraba el muchacho.

Habían pasado varias horas hasta que por fin salió Romy de clases. Casi era mediodía.

- Romy, necesito hablar contigo por favor.

- No te conozco, déjame en paz – replicó la joven.

- Espera por favor Romy, y te explicaré todo – suplicaba Marino.

- Bueno, está bien. Pero quiero oír solamente la verdad. No estoy para engaños – refunfuñaba con desgano la joven.

Marino comenzó su melancólica historia. Le pidió disculpas por su atrevimiento y le contó su pasado tormentoso, la muerte de sus padres y la profecía que le habían contado de pequeño sus progenitores adoptivos. Él llevaba una marca idéntica a la de Romina, un extraño símbolo tatuado también en su vientre.

- Mira Romina, ambos llevamos este extraño símbolo en nuestros vientres. Cuando era pequeño no le di importancia, pero luego del trágico accidente que se llevó la vida de mis padres las cosas comenzaron a cambiar. Fue en unas vacaciones a la playa. Esa mañana era demasiado calurosa. El coche hervía por dentro. Mi padre manejaba el automóvil, era un vehículo nuevo, lo estábamos estrenando esa jornada. Mi madre estaba muy feliz, pues hacía ya algún tiempo que no salíamos de paseo. Todo parecía inaugurar unos días de esparcimiento excelentes. Sin embargo, en el momento menos pensado, un conductor alcoholizado embistió de frente nuestro reluciente carro. El golpe fue terrible… Sólo recuerdo pocas imágenes… La verdad es que ni sé cómo sobreviví… Lo que siguió fue un verdadero suplicio, orfanatos y familias adoptivas se sucedían como congeladas en el tiempo. Sentía que vivía en una pesadilla sin fin.

- La vida a veces es muy cruel, no sabía nada de eso, lamento mucho lo ocurrido – sollozó emocionada Romina.

Y así continúo su historia Marino. Le habló de su infancia, de sus más íntimos recuerdos, de su adolescencia un poco descarriada y de cómo había conseguido el puesto de ayudante de la profesora Alicia Arkert. Romina no lo podía creer.

- ¿En verdad has hecho eso?- Exclamó Romina con sus ojos grises bien abiertos.

- Sí Romy, necesitaba ese puesto, de otra manera no sabría cómo conseguir la información adecuada e impedir que las huestes del Averno conquisten nuestra universidad, y ¿quién sabe?, a lo mejor luego la tierra.

La muchacha se quedó en silencio, pensativa. Luego de meditar durante unos minutos, en los que el silencio parecía eterno, afirmó:

- Cuenta con todo mi apoyo Marino, te respaldaré en esta difícil misión. No podemos permanecer tranquilos mientras observamos la decadencia de nuestra sociedad.

- Gracias amiga mía.

Los jóvenes se alejaron lentamente del lugar camino al campus. La noche había cubierto con su velo el final del día.

XI

La Señora de la Oscuridad se sentía complacida consigo misma esa mañana. Sus sirvientes se mostraban mucho más dóciles que de costumbre. Se sirvió afanosamente el desayuno acostumbrado: Tostadas con caviar y una copa de vino blanco. Ella era una gourmet por sobre todo. El gusto por el buen vivir era parte de su filosofía, aunque le costara el alma y una vida servil hacia las fuerzas del mal. Se mostraba como una líder decidida, aunque en realidad ella misma era una simple herramienta de seres superiores, infames e impiadosos, pero con mucho más poder que ella.

Se alistó rápidamente, no podía perder mucho tiempo. En pocas horas comenzaría la Operación Aula Magna.

XII

Gaylor Carp se sentía cansado esa mañana. La presión esta vez estaba por completo depositada en sus afeminados hombros. La ansiedad y el nerviosismo corrían impacientes por sus putrefactas venas. Había pasado la noche en vela preparando su disertación sobre Peirce. Sabía que debía tener éxito, pues de lo contrario las consecuencias serían ciertamente funestas en su contra. Su vida corría peligro.

Cogió su taza de café nuevamente, a pesar de que ya se encontraba asqueado de beber aquel brebaje oscuro y frío. Pero necesitaba despejarse, le hacía falta un poco de cafeína en su maltrecho cuerpo. Recordaba a sus estudiantes jóvenes y fornidos, y con eso recuperaba sus fuerzas. Sus pensamientos amanerados eran su verdadera vitamina. Guardó meticulosamente sus escritos. Acomodó su corbata floreada y se puso su sombrero oscuro. Ya estaba listo para dar su cátedra a sus incautos seguidores.

XIII

El Aula Magna “Benno von Archimboldi”, en honor al ilustre y enigmático escritor alemán, estaba repleta de estudiantes, ansiosos de participar en la Clase Magistral que Gaylor tenía preparada para esta ocasión.

Romina estaba sentada a la par de Marino, Celina se encontraba delante de ellos. Los jóvenes estaban preparados para actuar en cualquier momento, Celina ignoraba la situación y los planes de Romina y Marino. Tampoco sospecha de Gaylor ni del resto del plantel docente, al igual que el resto del alumnado, quienes ignoraban por completo la gesta heroica que se iba a desarrollar en las próximas jornadas.

Gaylor comenzó apasionadamente su semiótica disertación:

- Tengan todos unos muy buenos días. Como ya saben, el tema que nos atañe hoy es el de la obra de Peirce, fundador del pragmatismo y padre de la semiótica moderna. Ya saben que para este gran intelectual es importante insistir en las consecuencias como forma de caracterizar la verdad pues el debate demuestra que las ideas son provisionales y se encuentran sujetas al cambio gracias a los aportes que brindarán las investigaciones del futuro…

Y así siguió la palabrería vacía de Gaylor. A los pocos minutos se sucedieron los bostezos disimulados entre los asistentes. El cansancio y el hartazgo se apoderaban de todos. Aprovechando la situación, Gaylor sacó subrepticiamente de uno de sus bolsillos del raído saco un pequeño frasco con un extraño líquido de color azul eléctrico. Destapó lentamente la tapa de cristal y el aroma poco a poco fue impregnando la enorme sala. Sus efectos no tardaron en llegar, los estudiantes se fueron durmiendo uno a uno, cayendo en un pesado sueño. Marino se percató del pérfido plan, pero no pudo reaccionar a tiempo. El soporífero olor ya había penetrado sus débiles defensas. Todos cayeron en un sueño pesado y profundo…

XIV

Marino, Romy y Celina despertaron con un terrible dolor de cabeza. Quisieron mover sus brazos y piernas, pero curiosamente se encontraban totalmente inmovilizados. La oscuridad era total. De pronto una luz mortecina se iba acercando lentamente.

- Mmmm, así que mis queridos discípulos están despertando… que grata compañía… - murmuraba entre dientes la ronca voz de Gaylor.

- Bien hecho, rata repugnante – expresó satisfecha la Señora de la Oscuridad.

Los jóvenes secuestrados por fin recobraron el sentido de la vista. Se encontraban amarrados a unas extrañas cruces invertidas, en un sótano sucio y sumamente húmedo. Las sombras jugaban malas pasadas a la mente, parecían espectros que realizaban macabras danzas entre las telarañas olvidadas en los recovecos de aquellos aposentos de la maldad.

Celina comenzó a llorar desconsoladamente. Sus lágrimas caían de manera pesada sobre el frío piso, provocando unos ecos profundos que solo sumaban más pesadumbre en aquella incómoda situación.

- Malditos bastardos… las pagarán… - respondía con sus pocas fuerzas Marino.

Romina prefería no decir nada. Su corazón latía a toda prisa mientras el sudor, ya completamente frío, recorría pulgada a pulgada sus arrugadas sienes.

-¿Dónde están los demás? – inquirió con odio Marino.

- No te preocupes por el resto de tus compañeros Marino, je, je, je. Ellos están bien. En media hora despertarán y no recordarán nada de lo ocurrido, Gaylor volverá a su lugar y continuará hablando esas porquerías sobre semiótica, pseudo ciencia que tanto domina. Sólo nos interesan ustedes – respondía George Gnana, que traía unos grasientos chicharrones entre sus malolientes manos.

- ¡Basta de charlas! Es hora de llamar a los espíritus – cortó en seco la Señora de la Oscuridad.

Prendieron una hilera de trece velas negras. Gnana era el encargado de colocarlas en forma de cruz y de encerrarlas en un círculo de sal. Los chicos miraban preocupados cómo el asqueroso falso docente realizaba los preparativos para el tenebroso ritual.

- Ustedes son la llave para que mi Padre Infernal vuelva a reinar sobre la tierra – sentenció la Señora de la Oscuridad, mientras un escalofrío doloroso recorría la espina dorsal de todos los presentes.

El profesor Ardic llegó pesadamente cargando unas cadenas de plata tan grandes como si hubieran sido hechas para atrapar el tobillo de un cíclope, y tan largas como el cuello de una jirafa. Parecía increíble que semejante personaje pudiera cargar con tanto peso inhumano.

La profesora Alicia Arkert ingresó a la recámara subterránea completamente desnuda, para sorpresa de los tres estudiantes ahí secuestrados. Su cuerpo esbelto parecía deslizarse sobre el aire, reflejando la débil luz que emanaba de las velas. La mujer no mencionó palabra alguna, solo se limitó a colocarse detrás de los amarrados, a quienes de tanto en tanto les acariciaba con ternura sus cabellos.

Celina no aguantó mucho más. El terror pudo más y paralizó su puro corazón. Una luz morada se iluminaba en los vientres de los jóvenes. Las marcas de nacimiento que llevaban los tres se pusieron resplandecientes para asombro de la Señora de la Oscuridad y de sus secuaces.

-¡Quítenle las ropas! ¡Ahora mismo! ¡Los tatuajes ya cobraron vida!

Gnana arrancó con suma violencia las vestimentas de las víctimas. La luz de sus vientres se hizo cada vez más fuerte.

- ¡Señora, pronto! Comience el ritual antes de que sea demasiado tarde! – gritó Gaylor.

- ¡Cállate gusano miserable! ¡No me darás órdenes! – y le propinó un puñetazo en la nariz a Gaylor.

La sangre del homosexual salpicó a los tres alumnos. La luz se hizo más potente, cegando a todos los inmorales. Alicia, que estaba desnuda fue la más afectada. Su piel sufría quemaduras producto de aquella luz sobrenatural. Las cuerdas comenzaban a ceder. Los chicos cayeron libres al duro piso. El silencio y la oscuridad volvieron a cubrir todo el lugar. Se respiraba un aire denso, muy denso…

XV

Celina despertaba adolorida. No podía creer nada de lo que había sucedido. Se sentía desorientada.

-Ya Marino, cuéntale la verdad – increpó Romina al joven.

- Bien, escúchame detenidamente Celina ¿ves esas manchas de nacimiento que llevamos en el vientre, que parece tatuajes? Pues bien, son justamente tatuajes. Al nacer fuimos raptados por una cruel bruja, la Señora de la Oscuridad, la misma que nos secuestró. Estas marcas que llevamos en la piel fueron realizadas por nuestro padre, don Xavier da Costa. En realidad somos hermanos. Si juntamos nuestros vientres podrán observar que forman un mapa; es la guía para llegar a encontrar la Llave de los Signos, la que nos podrá librar una vez y siempre de la Señora de la Oscuridad – sentenció Marino.

- ¿Y quién es esa Señora de la Oscuridad? – preguntó Celina entre sollozos.

- Nuestra madre.

El silencio se hizo sepulcral. Las jóvenes sentían gran tristeza en sus corazones. Habían vivido una vida de engaños. La verdad puede llegar a ser demoledora.

- ¿Y cómo es que sabes todo esto? ¿Y qué fue aquel resplandor? – quisieron saber las jóvenes casi al unísono.

- Soy el mayor, nuestro padre me encontró hace algunos años, lamentablemente fue asesinado por la Señora de la Oscuridad…

Marinó comenzó a llorar, las chicas lo abrazaron y lentamente se retiraron del lugar.

La lucha recién había comenzado…